O amor de Hipotales pelo jovem Lisis

—Hipotales, hijo de Hierónimo, le dije, no tengo necesidad de que me digas, si amas o no amas; me consta, no sólo que tú amas, sino también que has llevado muy adelante tus amores. Es cierto que en todas las demás cosas soy un hombre inútil y nulo1, pero Dios me ha hecho gracia de un don particular que es el de conocer a primer golpe de vista el que ama y el que es amado.

Al oír estas palabras, se ruborizó mucho más.

—¡Vaya una cosa singular! Hipotales, dijo Ctesipo. Te ruborizas delante de Sócrates y tienes reparo en descubrir el nombre que quiere saber, cuando por poco tiempo que permanezca cerca de tí, se fastidiará hasta la saciedad de oírtelo repetir. Sí, Sócrates, nos tiene llenos y hasta ensordecidos con el nombre de Lisis; y sobre todo, cuando se excede algo en la bebida, se nos figura, al despertar al día siguiente, estar oyendo el nombre de (223) Lisis. Y todavía es disimulable, cuando sólo lo hace en prosa en la conversación, pero no se limita a esto, sino que nos inunda con sus piezas en verso. Y lo intolerable es el oírle cantar en loor de su querido con una voz admirable; sin embargo, nos precisa a escucharle. Y ahora viene ruborizándose al oír tus preguntas2.

—Ese Lisis, le dije, es muy joven a mi entender. Supongo esto, porque al nombrarle tú, no he podido recordarle.

—En efecto, sólo se le conoce con el nombre de su padre, que todos saben quién es. Pero debes conocerle de vista, porque para esto basta haberle visto una vez.

—Dime, ¿de quién es hijo?

—Es el hijo mayor de Demócrates, del pueblo de Exonea3.

—Tus amores, Hipotales, son nobles, y te honran en todos conceptos. Pero explícate ahora, como lo hacías delante de tus camaradas, porque quiero saber si conoces el lenguaje que conviene tener sobre amores delante de la persona que se ama, ya estando solos, ya estando delante de otras personas.

—Sócrates, me dijo, ¿crees todo lo que te ha referido Ctesipo?

—¿Quieres decir que no amas al que ha citado?

—No, dijo, pero no he hecho versos, ni escrito nada sobre mis amores.

—Ha perdido el buen sentido, dijo Ctesipo; divaga y está fuera de sí.

—Hipotales, le dije, no tengo deseos de oír tus cánticos, ni tus versos, si realmente los has compuesto para ese joven; pero sí querría saber el sentido en que están, para asegurarme de tus disposiciones respecto a la persona amada.

—Ctesipo te lo dirá mejor, respondió, porque debe saberlos perfectamente, puesto que dice tener aturdidos ya los oídos con la historia de mis amores. (224)

—Sí, ¡por los dioses! exclamó Ctesipo, lo sé perfectamente, y es cosa sumamente graciosa. Hipotales es el amante más atento y más preocupado del mundo, y sin embargo, nada dice de sus amores, que otro joven no pueda decir tan bien como él. ¡Esto es muy singular! Él nos canta y nos repite todo lo que se repite y se canta en la ciudad sobre Demócrates y sobre Isis, abuelo suyo, y sobre todos sus antepasados, sus riquezas, sus corceles sin número, sus victorias en Delfos, en el Istmo, en Nemea, en la carrera de los carros y carrera de caballos, y otras historias más viejas aún. Últimamente, Sócrates, nos cantó una pieza sobre la hospitalidad que Hércules había merecido a uno de los abuelos de Lisis, pariente del mismo Hércules, y que había nacido de Júpiter y de la hija del que fundó el barrio de Exonea; leyendas referidas por todas las viejas, que él rebusca, canta, y nos obliga a que se las escuchemos4.


  1. No sin cierta ironía ofrece Sócrates un rasgo de su propia personalidad; pero, al tiempo que se adjetiva como descuidado y torpe, deja ver una cualidad psicológica para conocer a los demás. El amor despierta en Sócrates una cierta vinculación afectiva, una sympatheia

  2. La gracia y el humor de todo el pasaje anuncia ya el modo como se va a desarrollar la discusión sobre la amistad. Dentro de la investigación en torno al sentido de la philía, se desplazan las relaciones concretas de los personajes, su personalidad, su historia, que prestan una peculiar vivacidad al diálogo. 

  3. Aixona, demo de Mica, en la costa oriental junto a las actuales villas de Ellinikon y Glyfada. Desde la organización territorial de Clístenes, los griegos utilizaban en forma adjetivada por ejemplo, aixoneo-, como sobrenombre, el del demo al que se pertenecía. Esta denominación democrática fue un elemento fundamental para la mayor movilidad de la sociedad griega y romper, así, las cerradas estructuras familiares del clan primitivo. 

  4. Los elogios de Hipotales suenan ridículos. El tema del amor es buscado por Sócrates en un planteamiento distinto a aquel que se desarrollará a lo largo de toda la obra platónica y que, a través de la ética aristotélica, llegará a Epicuro. Una investigación de la amistad, fuera de estos dominios tradicionales y que recuerdan las viejas relaciones de la philia familiar, es lo que Sócrates va a llevar a cabo.