– Pues bien, si nos preguntasen de nuevo: «¿Qué entendéis, entonces, por eso que nosotros llamamos «ser vencidos por el placer». Yo les diría lo siguiente: «Oíd: Protágoras y yo vamos a intentar explicároslo. ¿Qué otra cosa amigos, queréis decir que sucede en tales situaciones sino, por ejemplo, que, frecuentemente, dominados por cosas que son agradables tales como alimentos, bebidas, afrodisíacos, pese a conocer que estas cosas resultan dañosas, sin embargo, las hacéis?». Ellos lo admitirían. En este caso, tú y yo seguiríamos preguntando: «¿Por qué decís que esas cosas son dañosas? ¿Acaso porque proporcionan ese placer momentáneo y cada una de ellas resulta agradable o bien porque producen ulteriormente enfermedades y acarrean penurias y otras muchas cosas por el estilo? En caso de que no acarreasen posteriormente nada de eso y produjesen solamente alegría, ¿serían igualmente malas por el hecho de que sólo y en cualquier caso producen alegría?». Supongamos, Protágoras, que no nos responden otra cosa sino que tales cosas son malas, no por producir momentáneamente placer, sino por sus efectos ulteriores, tales como enfermedades y demás.
– Supongo –dijo Protágoras– que la mayoría respondería eso.
– ¿No es cierto que, al producir enfermedades, producen dolores y, al producir penurias, producen dolores? Pienso que así lo reconocerían.
También Protágoras convino en ello.
– «¿No os parece, amigos, que, como Protágoras y yo decimos, esas cosas no son malas sino porque acaban en dolores y privan de otros placeres?». ¿Estarían de acuerdo?
Ambos convinimos en que sí.
– Y si luego les presentásemos la pregunta opuesta: «Amigos, cuando decís que las cosas dolorosas son buenas, ¿no es cierto que os referís a cosas tales como los ejercicios gimnásticos, la disciplina militar, las curas médicas realizadas mediante cirugía o fármacos o dietas, y a que éstas, aunque desagradables, son buenas». ¿Lo admitirían?
A él le pareció que sí.
– «¿Y por qué las llamáis buenas?; ¿acaso porque proporcionan momentáneamente penas y dolores muy duros, o bien porque de ellas se siguen luego la salud, la buena constitución del cuerpo, la salvación de la ciudad, el dominio sobre los demás y las riquezas?». Pienso que asentirían a esto último.
También a él le pareció que sí.
– «¿Y no es cierto que esas cosas no son buenas sino porque acaban en placeres y os evitan o alejan los sufrimientos? ¿Podéis indicarnos otro fin distinto de los placeres y los sufrimientos al que dirigís la vista para llamar a estas cosas buenas?».
Pienso que no podrían indicarlo.
– Yo creo que tampoco –repuso Protágoras.
– «¿No es cierto que perseguís el placer como una cosa buena y rehuís el sufrimiento como una cosa mala?»
– Sin duda –dirían.
– «Por lo tanto, consideráis que el sufrimiento es malo y el placer, bueno, puesto que de una misma alegría decís que es mala cuando os priva de mayores placeres que los que ella misma aporta o cuando de por sí proporciona más sufrimientos que placeres. Puesto que si a la alegría en sí la llamaseis mala por alguna otra razón o desde algún otro punto de vista, podríais indicárnoslo, pero no os será posible».
– Tampoco creo yo que les sea posible –añadió Protágoras.
– «Y, a su vez, ¿no sucede lo mismo con la aflicción en sí misma? ¿Acaso no llamáis buena a la aflicción en sí cuando evita mayores sufrimientos que los que conlleva o cuando proporciona más placeres que sufrimientos? Puesto que si tuvierais algún otro punto de vista que no sea éste que digo desde el cual llamáis buena a la aflicción en sí, podríais indicárnoslo, pero no os será posible».
– Hablas con verdad –repuso Protágoras.
– Si por vuestra parte me preguntaseis: «¿por qué insistes tanto en esto y de tantas maneras?», yo respondería: «Amigos, perdonadme. En primer lugar, no resulta fácil determinar qué es eso a lo que llamáis «ser vencido por el placer»; en segundo lugar, porque de este punto dependen las demás demostraciones. Pero aún es posible rectificar la opinión, si, por otra parte, podéis afirmar que lo bueno es algo distinto del placer o que lo malo, algo distinto del dolor; ¿o bien os basta con pasar la vida agradablemente y sin sufrimiento? Si os basta con esto y no podéis sostener que lo bueno o lo malo sea otra cosa distinta de lo que acaba en placer o en dolor, entonces escuchad lo que sigue: Si esto es así, sostengo que vuestra forma de hablar es ridícula, cuando decís que un hombre, con frecuencia, consciente de que una cosa mala es mala y pudiendo no realizarla, la realiza, sin embargo, arrastrado y turbado por los placeres, y por otra parte, cuando decís asimismo que un hombre, consciente de lo que es bueno, rehusa realizarlo a causa de los placeres momentáneos y vencido por ellos. Y que estas afirmaciones resultan ridículas queda de manifiesto si, en vez de emplear muchos nombres: «agradable», «molesto», «malo», «bueno», dado que quedó demostrado que había dos cosas, designamos éstas con dos nombres: Primero con «bueno» y «malo»; luego con «agradable» y «molesto».
Esto supuesto, repitamos ahora en este contexto que un hombre, consciente de que una cosa mala es mala, sin embargo, la realiza. Si alguien nos pregunta entonces: «¿Por qué?». «Porque ha sido vencido» –responderemos. «¿Por qué?» –nos preguntará. Nosotros no podemos responder ya que por el placer, puesto que otro nombre está en lugar de «placer», a saber, «bueno». Al responder, pues, a aquél y decir que ha sido vencido, nos dirá: «¿Por qué?». «Por lo bueno, ¡voto a Zeus!» –diremos. Entonces, si nuestro preguntante es dado a la burla, se reirá y dirá: «Decís una cosa ridícula: alguien realiza una cosa mala, consciente de que es mala y que no debe realizarla, vencido por lo bueno. Pero ¿es que en este caso valía más que no venciese en vosotros lo bueno o valía más que sí?». Responderíamos, evidentemente, que valía más que no. En caso contrario, aquél que decimos ha sido vencido por los placeres, no habría incurrido en falta.