O sentido das palavras

Estas palabras provocaron un amplio murmullo y muchos elogios entre los oyentes. Yo, por un momento, como golpeado por un gran púgil, sentí vértigo y quedé perturbado, tanto por lo que él había dicho, como por la aclamación de los demás. Luego, si he de decirte la verdad, para ganar tiempo con el que examinar qué habría querido decir el poeta, me volví hacia Pródico y dirigiéndole la palabra:

– Pródico –le dije–, Simónides es compatriota tuyo; justo es que acudas en su auxilio. Creo que debo pedirte ayuda para ello como relata Homero que el Escamandro, atacado por Aquiles, pidió ayuda al Simois:

Hermano mío, contengamos juntos la fuerza de este hombre

Así, también, te pido ayuda yo ahora, para que Protágoras no nos eche por tierra a Simónides. Pues la defensa de Simónides precisa de ese arte tuyo mediante el cual distingues «querer» de «desear», como cosas que no son lo mismo; así como también otras muchas cosas bellas de las que antes nos hablabas. Ahora, mira a ver si tu opinión concuerda con la mía, pues no me parece que Simónides se contradiga. Pero expónnos tú primero, Pródico, tu parecer: ¿Crees que «llegar a ser» es lo mismo que «ser» o una cosa distinta?

– Una cosa distinta, ¡por Zeus! –respondió Pródico.

– ¿No es cierto que en el primer pasaje Simónides expone su propia opinión, a saber, que llegar a ser un hombre bueno verdaderamente es difícil?

– Cierto es lo que dices, respondió Pródico.

– Censura a Pítaco –añadí– no, como piensa Protágoras, por decir lo mismo que él, sino por decir otra cosa. Pues Pítaco no dijo que era difícil «llegar a ser» bueno, como Simónides, sino «ser». Por lo tanto, Protágoras, según Pródico, no es lo mismo «ser» que «llegar a ser». Y si no es lo mismo «ser» que «llegar a ser», entonces Simónides no se contradice. Y a propósito de «es difícil llegar a ser bueno», quizá Pródico, aquí presente, y otros muchos hagan suyas las palabras de Hesíodo: «Que los dioses han puesto el sudor delante de la virtud», pero que, una vez que alguien ha llegado a la cima de la virtud, luego, le es más fácil, aun siendo difícil poseerla.

Al oír decir esto, Pródico me alabó, pero Protágoras replicó:

– Tu defensa, Sócrates, contiene un error mayor que el que defiendes.

– Entonces, según tú, Protágoras, lo he hecho mal y soy como un médico ridículo que, por curar la enfermedad, la agravo.

– Pues así es –añadió.

– ¿Y cómo es eso?, –repuse.

– Mucha habría de ser la ignorancia del poeta, dijo, para afirmar algo tan necio sobre lo que es poseer la virtud, dado que resulta lo más difícil de todo, como todo el mundo reconoce.

– ¡Por Zeus! –repuse–, ¡qué oportunidad que Pródico presencie nuestra disputa!, ya que su divina sabiduría parece ser, Protágoras, una de las más antiguas, que se remonta a Simónides o, incluso, es más antigua. Pero tú, que eres experto en otras muchas cosas, en ésta pareces un inexperto, y no un experto como yo, por ser discípulo de Pródico. En este momento me parece que no llegas a entender que el «difícil» ese, quizá, Simónides no lo tomó en el mismo sentido en que tú lo tomas, sino en un sentido como el que a propósito de «terrible» me corrige siempre Pródico: Cuando para alabar, por ejemplo, a tí o a algún otro digo: «Protágoras es un sabio terrible», me pregunta si no me avergüenzo de llamar «terrible» a lo que es bueno; pues lo terrible, dice, es malo. En efecto, nadie habla de una riqueza terrible, de una paz terrible o de una salud terrible, sino de una enfermedad terrible, de una guerra terrible, de una pobreza terrible; puesto que lo terrible es malo. Por consiguiente, quizá también los de Ceos y Simónides tomen «difícil» en el sentido de «malo» o de alguna otra cosa que tú no llegas a entender. Preguntemos a Pródico, pues justo es preguntarle sobre este vocablo de Simónides. Pródico, ¿qué entendía Simónides por «difícil»?

– «Malo» –respondió.

– Y por eso, Pródico –repuse–, censura a Pítaco cuando éste dice que es difícil ser bueno; como si le hubiese oído decir que es malo ser bueno.

– ¿Pues qué crees, Sócrates –dijo Pródico–, que iba a entender Simónides sino eso? Y reprocha a Pítaco no haber aprendido a emplear correctamente los nombres por ser de Lesbos y haberse educado en una lengua bárbara.

Protágoras –repuse–, ya oyes lo que dice Pródico. ¿Tienes algo que objetar?

– Pródico –dijo Protágoras–: dista mucho de ser eso así. Estoy seguro de que Simónides, como la mayoría de nosotros, entendía por «difícil», no lo malo, sino lo que no es fácil, lo que se consigue con muchos impedimentos.

– También yo creo, Protágoras –repuse–, que Simónides entendía eso y que, además, Pródico lo sabe, pero que bromea y te tienta para ver si eres capaz de defender tu razonamiento. Prueba evidente de que Simónides no entiende «malo» por «difícil» es lo que sigue inmediatamente después, cuando dice que:

Sólo un dios podría poseer este privilegio.

Sin duda, no iba a decir que es malo ser bueno y a continuación afirmar que sólo el dios posee tal cosa y asignar al dios, exclusivamente, dicho privilegio. Si así fuera, Pródico consideraría a Simónides un disoluto y no ciudadano de Ceos. Por lo demás, cuál era, en mi opinión, la idea de Simónides en este poema, estoy dispuesto a exponértela, si es que quieres enterarte de cómo entiendo yo eso que tú llamas poesía. Pero, si lo prefieres, te escucho.

Al oír decir esto, Protágoras replicó:

– Como tú quieras, Sócrates.

Por su parte, Pródico, Hipias y todos los demás me pidieron insistentemente que lo hiciera.