Céu

Se da una absoluta incorruptibilidad del cielo, por la perfección suprema y jerárquica que el mismo cielo presenta. Había afirmado Platón en el Timeo: “Sólo el cielo es uno y único en su raza”, y Plotino, que recoge el sentido de la expresión platónica, acentúa esa independencia y, a la vez, el señorío de esta realidad sobre la realidad terrestre: “El cielo — dice Plotino en el capítulo octavo del tratado primero — no tiene necesidad de ningún otro cuerpo para mantenerse tal cual es, ni para cumplir el movimiento circular que es conforme a su naturaleza; pues no se ha llegado a demostrar que el movimiento natural del cielo se realice en línea recta”. Naturalmente, ese cielo Plotiniano está mucho más cerca de Dios que cualesquiera otras realidades inferiores, distanciadas tanto más de Aquél cuanto más lo esté también el alma que las gobierne. Plotino, con Platón, sitúa al demiurgo en un plano verdaderamente superior como si se tratase de una sabiduría productora íntimamente ligada a la Inteligencia. A continuación del demiurgo viene el alma del cielo e, inmediatamente, esa imagen animada deja fluir seres superiores, creando asimismo, en la lógica degradación, los seres que se hallan en la tierra. (Jesús Igal)