Sócrates. ¿Quién podrá, en lo sucesivo, sin ponerse en ridículo, hacer frente a un ejército semejante, que tiene a la cabeza a Homero?
Teetetes. No es fácil, Sócrates.
Sócrates. No, sin duda. Teetetes; tanto más cuanto que apoyan en pruebas fuertes su opinión de que el movimiento es el principio de lo que nos parece existir y de la generación, y el reposo, el del no ser y el de la corrupción. En efecto, el fuego y el calor, que engendra y entretiene todo lo demás, son producidos por la traslación y el roce, que no son más que movimiento. ¿No es esto lo que da origen al fuego?
Teetetes. Sin duda.
Sócrates. La especie de los animales, ¿debe igualmente su producción a los mismos principios?
Teetetes. Seguramente.
Sócrates. ¡Pero qué! ¿Nuestro cuerpo no se corrompe por el reposo y la inacción, y no se conserva principalmente por el ejercicio y el movimiento?
Teetetes. Sí.
Sócrates. El alma misma, ¿no adquiere las ciencias, no se conserva, y no se hace mejor por el estudio y por la meditación, que son movimientos; mientras que el reposo y la falta de reflexión y de estudio la impiden aprender nada, y la hacen olvidar lo que ha aprendido?
Teetetes. Nada más cierto.
Sócrates. ¿El movimiento es un bien para el alma como para el cuerpo, y el reposo, un mal?
Teetetes. Así parece.
Sócrates. ¿Te diré aún, respecto a la calma, al tiempo sereno, y otras cosas semejantes, que el reposo pudre y pierde todo, y que el movimiento produce el efecto contrario? ¿Llevaré al colmo estas pruebas, forzándote a confesar que, por la cadena de oro de que habla Homero, no entiende ni designa otra cosa que el sol, porque mientras que éste y los cielos se mueven circularmente, todo existe, todo se mantiene, lo mismo para los dioses que para los hombres; al paso que, si esta revolución llegase a detenerse y a verse, en cierta manera, encadenada, todas las cosas perecerían y, como se dice comúnmente, se volvería lo de abajo arriba?
Teetetes. Así me parece, Sócrates; eso es lo que ha querido decir Homero.
Sócrates. Concibe, querido mío, desde luego, con relación a los ojos, que lo que llamas color blanco no es algo que existe fuera de tus ojos, ni en tus ojos; no le señales ningún lugar determinado, porque, entonces, no tendría un rango fijo, una existencia dada y no estaría ya en vía de generación.
Teetetes. ¿Y cómo me lo representaré?