Teeteto 159

Teetetes. Si se le supone enteramente diferente, es imposible que tenga nada de común con otra, ni por la propiedad ni por ninguna otra cosa.

Sócrates. ¿No es necesario reconocer que es desemejante?

Teetetes. Me parece que sí.

Sócrates. Si sucede que una cosa se hace semejante o desemejante, sea en sí misma, sea respecto a cualquiera otra, diremos que, en tanto que semejante, ella es la misma, y que, en tanto que desemejante, ella es otra.

Teetetes. Sin duda.

Sócrates. ¿No dijimos antes que hay un número infinito de causas activas de movimiento, y lo mismo de causas pasivas?

Teetetes. Sí.

Sócrates. ¿Y que cada una de ellas, llegando a unirse tan pronto a una cosa como a otra, no producirá en estos dos casos los mismos efectos, sino efectos diferentes?

Teetetes. Convengo en ello.

Sócrates. ¿No podríamos decir lo mismo de ti, de mí, y de todos los demás? Por ejemplo, ¿diremos que Sócrates sano y Sócrates enfermo son semejantes o que son diferentes?

Teetetes. ¿Cuando hablas de Sócrates enfermo, consideras a éste, por entero, y le opones al Sócrates sano considerándolo también por entero?

Sócrates. Has penetrado muy bien mi pensamiento; así es como yo lo entiendo.

Teetetes. Son diferentes en efecto.

Sócrates. ¿Son distintos en proporción que son diferentes?

Teetetes. Necesariamente.

Sócrates. ¿No dirás lo mismo de Sócrates dormido o en cualquiera otro de los estados que hemos recorrido?

Teetetes. Sin duda.

Sócrates. No es cierto que cada una de las causas, que son activas por su naturaleza, cuando tropiece con Sócrates sano, obrará sobre él como en un hombre distinto que Sócrates enfermo, y recíprocamente, cuando tropiece con Sócrates enfermo?

Teetetes. ¿Por qué no?

Sócrates. Y, en uno y en otro caso, la causa activa producirá distintos efectos que yo, que soy pasivo respecto de ella.

Teetetes. Sin duda.

Sócrates. ¿Cuándo, están do sano, bebo vino, no me parece agradable y dulce?

Teetetes. Sí.

Sócrates. Porque, según los principios que quedan sentados, la causa activa y la pasiva han producido la dulzura y la sensación; una y otra han estado en movimiento, a un mismo tiempo; la sensación, dirigiéndose hacia la causa pasiva, ha hecho que la lengua sintiera, a la dulzura, por el contrario, dirigiéndose hacia el vino, a hecho que el vino fuese y pareciese dulce a la lengua ya preparada.

Teetetes. Es, en efecto, en lo que hemos convenido antes.

Sócrates. Pero, cuando el vino obra sobre Sócrates enfermo, ¿no es cierto, por lo pronto, que realmente no obra sobre el mismo hombre, puesto que me encuentra en un estado diferente?

Teetetes. Sí.

Sócrates. Sócrates, en este estado, y el vino, que bebe, producirán distintos efectos; respecto de la lengua, una sensación de amargura; y respecto del vino, una amargura que afecta al vino, de manera que no será amargura, sino amargo, y yo no seré sensación, sino un hombre que siente.

Teetetes. Sin duda.