Teeteto 187

Sócrates. Ahora, sobre todo, es cuando vemos con la mayor evidencia que la ciencia es una cosa distinta que la sensación. Es cierto que hemos comenzado esta conversación con el propósito de descubrir no lo que la ciencia no es, sino lo que ella es. Sin embargo, estamos bastante adelantados en este descubrimiento para buscar la ciencia no en la sensación, sino en el nombre que se da al alma, cuando considera ella misma los objetos.

Teetetes. Me parece, Sócrates, que este nombre de que hablas es el juicio.

Sócrates. Tienes razón, mi querido amigo; mira, pues, de nuevo, después que hayas borrado de tu espíritu todas las ideas precedentes, si, en el punto en que estás ahora, se te muestran las cosas más claramente, y dime, otra vez, qué es la ciencia.

Teetetes. No es posible, Sócrates, decir que es toda clase de juicios, puesto que los hay falsos; pero me parece que el juicio verdadero es la ciencia, y ésta es mi respuesta. Si discurriendo más, descubrimos, como sucedió antes, que no es esto cierto, trataremos de decir otra cosa.

Sócrates. Vale más, Teetetes, explicarse así, con resolución, que no con la timidez con que lo hacías al principio. Porque, si continuamos, sucederá una de dos cosas. o encontramos lo que buscamos, o creeremos menos que sabemos lo que no sabemos, lo cual no es una ventaja despreciable. Ahora, ¿qué es lo que dices? ¿Que hay dos especies de juicio, el uno verdadero, el otro falso, y que la ciencia es el juicio verdadero?

Teetetes. Sí, es mi opinión, por ahora.

Sócrates. ¿No es conveniente decir algo sobre el juicio?

Teetetes. ¿Qué dices?

Sócrates. Que es una cuestión que me turba y no, por primera vez, de suerte, que yo enfrente de mí mismo y de los demás, me he visto en el mayor embarazo, no pudiendo explicar lo que es este fenómeno y de qué manera se forma en nosotros.

Teetetes. ¿Qué fenómeno?

Sócrates. EI juicio falso. Estoy pensando en este momento y dudo si dejaremos aparte este punto, o si lo discutiremos en distinta forma que en la que lo hemos hecho antes.

Teetetes. ¿Por qué no, Sócrates? Discutámoslo, aunque te parezca poco necesario. Decíais, con razón, no hace un momento, Teodoro y tú, hablando de lo que se prolongaba la discusión, que nunca debemos apurarnos al tratar semejantes materias.

Sócrates. Has recordado este hecho muy oportunamente. Quizá no haremos mal en volver en cierta manera atrás, porque vale más profundizar pocas cosas, que recorrer muchas de un modo insuficiente.

Teetetes. Sin duda.

Sócrates. Pues bien, ¿qué diremos? ¿Qué es muy común formar juicios falsos, que los hombres juzgan tan pronto falsa como verdaderamente, y que tal es la naturaleza de las cosas?

Teetetes. Así lo decimos.