Ya están casi totalmente expuestas las especies en su variedad de figuras, rasgos comunes y cambios de unas en otras, pero todavía he de intentar aclarar las causas que dan lugar a sus cualidades. En primer lugar, dichas cualidades necesitan siempre de una percepción, sin embargo aún no hemos explicitado el origen de la carne y de lo que la carne rodea, ni de la parte mortal del alma. Pero ni estas cosas se dan separadas de las cualidades que denominamos sensibles, ni las últimas pueden ser suficientemente tratadas sin las primeras, aunque es casi imposible hacerlo al mismo tiempo. Primero hay que dar por supuesto uno de los factores y luego retornar a él. Para que el tratamiento de las cualidad siga al de los elementos, demos por supuesto lo concerniente a la existencia del cuerpo y del alma. En primer lugar veamos por qué decimos que el fuego es caliente y observemos que pensamos que produce una escisión y corte en nuestro cuerpo. Pues casi todos percibimos que se trata de una sensación cortante. Cuando recordamos el origen de su figura, debemos razonar respecto del filo de sus lados, de la agudeza de sus ángulos, de la pequeñez de sus partículas y la rapidez de su movimiento — cualidades con las que, violento y filoso, corta siempre todo lo que encuentra en su camino — , que es sobre todo este elemento y no otro, el que por división y partición de nuestros cuerpos en pequeñas partículas, produce las cualidades y da nombre a ese fenómeno que ahora llamamos razonablemente calor. El proceso contrario a éste, aunque evidente, no ha de carecer de explicación. Cuando ingresan en el cuerpo partículas grandes de líquidos situados alrededor, expulsan las menores al exterior, pero, al no ser capaces de ocupar sus lugares, comprimen la humedad de nuestro interior y por su homogeneidad y compresión la inmovilizan sacándola de su estado de movimiento y la congelan. Pero lo reunido contra natura por naturaleza lucha y se empuja a sí mismo hacia el estado contrario. A esta lucha y vibración se le añade un temblor y estremecimiento, y todo este fenómeno, así como lo que lo produce, recibe el nombre de frío. Duro es todo aquello a lo que cede nuestra carne; blando, todo lo que lo hace ante ella. De la misma manera se dan las relaciones mutuas de blando y duro. Cede lo que avanza sobre una base pequeña; pero lo compuesto de bases cuadriláteras es, al ser muy estable, la figura más resistente, ya que eventualmente alcanza una alta densidad y resistencia. Si se investigaran lo pesado y lo liviano conjuntamente con la así llamada naturaleza de lo inferior y de lo superior podrían ser explicados con la máxima claridad. En efecto, no sería correcto en absoluto considerar que por naturaleza dos regiones contrarias dividen el universo, la de abajo, hacia la que se desplaza todo lo que posee una cierta masa de cuerpo, y la de arriba, hacia la que nada se mueve por propia voluntad. En efecto, al ser el universo esférico, están todos los extremos a la misma distancia del centro, por lo que por naturaleza deben ser extremos de manera semejante. Además, hay que considerar que el centro, como se encuentra a la misma distancia de los extremos, se halla frente a todos. Ahora bien, si el mundo es así por naturaleza, ¿cuál de los puntos mencionados debe uno suponer como arriba o abajo para que no parezca, con razón, que utiliza un término totalmente inadecuado? En él, la región del centro, al no estar ni arriba ni abajo, no recibirá con justicia ninguno de los dos nombres, sino que se dirá que está en el centro. El lugar circundante ni es, por cierto, centro ni posee una parte que se distinga más que otra respecto del centro o alguno de los puntos opuestos. Pero si el universo es de esta guisa en todos lados, ¿cómo podría pensar alguien que se expresa correctamente al utilizar respecto de él qué denominaciones contrarias? Pues si un cuerpo sólido se encontrara en el medio del universo en situación de equilibrio, nunca se trasladaría hacia ninguno de los extremos a causa de las semejanza absoluta entre ellos. Además, si alguien marchara en círculo alrededor de él, se encontraría a menudo en su región antípoda y llamaría al mismo punto del universo abajo y arriba. Por tanto, no es propio de alguien inteligente afirmar que, aun cuando el universo es esférico, como acabamos de establecer, tiene una región superior y otra inferior. No obstante, por medio de la siguiente suposición debemos acordar de dónde nacen estos nombres y en qué objetos tienen vigencia para que nos hayamos acostumbrados a causa de ellos a expresarnos y a dividir todo el universo así. Si alguien se introdujera en la región del universo en la que hay más fuego -cuya mayor parte estaría concentrada en el lugar hacia el que este elemento se dirige naturalmente — y, si pudiera, arrancara partes de fuego y las colocara en los platillos de una balanza, tomara la balanza y el fuego y los arrastrara con violencia hacia el aire disímil, es evidente que podría ejercer violencia más fácilmente sobre la porción menor que sobre la mayor. En efecto, cuando dos objetos son levantados por una única fuerza simultáneamente, es necesario que el menor siga más la dirección de la fuerza y el mayor, menos, y se dice que el grande es pesado y se desplaza hacia abajo y que el pequeño es liviano y se mueve hacia arriba. Ciertamente, debemos observar el mismo fenómeno cuando hacemos eso en nuestra región. Cuando sobre la tierra separamos sustancias térreas, y, en ocasiones, la tierra misma, las arrastramos hacia el aire disímil con violencia y contra la naturaleza, ya que ambas tienden a lo que es de su mismo género. Cuando ejercemos la fuerza, la porción más pequeña nos sigue primero hacia lo diferente, con más facilidad que la mayor. Entonces, denominamos liviano al pequeño y el lugar hacia el que lo coaccionamos, arriba; al fenómeno contrario a éste, pesado y abajo. Éstas son, necesariamente, diferencias relativas porque la mayor parte de los elementos ocupan una región contraria a los otros -en efecto, se descubrirá que lo que es liviano en un lugar es pesado en el otro, y lo pesado, liviano, y lo inferior, superior y lo superior, inferior, y que todos son y llegan a estar y están en zonas contrarias o laterales o completamente diferentes unas de otras — . Sin embargo, acerca de todos ellos debemos pensar únicamente que el camino que un elemento recorre hacia la que se mueve es «abajo» y los que se comportan de una manera diferente, son lo contrario. Estas son las causas de estas cualidades. Cualquiera sería capaz de discernir y decir la causa de la suavidad y la aspereza. Pues la dureza unida a la falta de homogeneidad produce la última, la homogeneidad y la densidad dan lugar a la primera.