TIM 73b-76e: Anatomia e histologia

Los huesos, la carne y los elementos semejantes fueron creados de la siguiente manera. La médula es el origen de todos éstos; pues, mientras el alma está atada al cuerpo, los vínculos vitales dan raíces firmes al género humano, pero la médula misma se origina en otros elementos. El dios, al idear una mezcla de todas las simientes para todo el género mortal, seleccionó de todos los elementos los triángulos primordiales que por ser firmes y lisos eran capaces de proporcionar con la máxima exactitud fuego, agua, aire y tierra, los mezcló en cantidades proporcionales y confeccionó con ellos la médula. Después implantó y ató las partes del alma a ella. En la distribución que hizo al principio, dividió la médula misma directamente en tantas y tales figuras cuantas y cuales especies de alma iba a poseer. Hizo totalmente circular a la que como un campo fértil iba a albergar la simiente divina y llamó a esta parte de la médula cerebro, porque el recipiente alrededor de ella sería la cabeza de todo ser viviente una vez terminado. Dividió, además, la parte que iba a retener el resto mortal del alma en figuras que eran al mismo tiempo esféricas y oblongadas, y llamó al conjunto médula. Después tendió de éstas, como de anclas, ataduras de toda el alma y construyó todo nuestro cuerpo a su alrededor, para lo cual primero rodeó el conjunto con una cobertura ósea. Construyó el sistema óseo de la siguiente manera. Tamizó tierra limpia y suave y la mezcló y mojó con médula. Después, colocó la masa resultante en fuego; a continuación la bañó en agua, nuevamente en fuego y otra vez en agua y la fue poniendo así alternativamente en uno y en otro hasta que la hizo tal que ninguno de los dos elementos puede fundirla ni disolverla. Con este compuesto torneó una esfera ósea alrededor de su cerebro, a la que dejó una salida estrecha. Moldeó vértebras óseas alrededor de la médula del cuello y de la espalda y las extendió como pivotes desde la cabeza a lo largo de todo el tronco. De esta manera, con el fin de preservar toda la simiente, la protegió con un cercado pétreo al que puso articulaciones, insertando entre ellas la fuerza de lo diferente para el movimiento y la flexión. Como pensó que el tejido óseo, más frágil y rígido de lo debido, si se calentaba y volvía a enfriar, se ulceraría y corrompería rápidamente la simiente que se encontraba en su interior, ideó los tendones y la carne: los primeros para lograr un cuerpo flexible y extensible, por medio de la unión de todos los miembros a través del género de los tendones que se tensa y relaja alrededor de los pivotes; respecto de la carne consideró que serviría de protección contra las quemaduras, valla contra los fríos y, además, reparo en las caídas como las prendas de fieltro, puesto que cede a los cuerpos blanda y suavemente y posee una humedad cálida dentro de ella, de modo que mientras transpira y se humedece durante el verano, proporcionando en todo el cuerpo un frío apropiado, durante el invierno, en cambio, rechaza adecuadamente la escarcha exterior circundante con su calidez. Con estos pensamientos, el modelador de cera hizo carne jugosa y blanda. Para ello, mezcló y ensambló agua, fuego y tierra y, después, compuso un fermento de ácido y sal que agregó a la mezcla. Para los tendones hizo una combinación de características intermedias de la mezcla de hueso y carne sin fermento y agregó color dorado. De ahí que los tendones obtuvieran una mayor elasticidad y viscosidad que la carne, pero también mayor blandura y humedad que los huesos. El dios rodeó con estos tejidos los huesos y la médula: los ató entre sí con tendones y luego cubrió todo con carne desde la parte superior. Protegió con muy poca carne las partes de los huesos que más alma cobijan; las más inanimadas en su interior, con mucha y densa. Además, en las uniones de los huesos, donde su razonamiento le mostró que no era de ninguna necesidad, hizo nacer poca carne, para que ni entorpeciera el traslado del cuerpo por ser un obstáculo para las flexiones, ni éste se moviera con dificultad, ni, por encontrarse en gran cantidad y alta densidad y compresión, ocasionara insensibilidad por su solidez e hiciera la inteligencia torpe en el recuerdo y superficial. Por ello, llenó de carne los muslos y piernas, las caderas y los huesos de brazos y antebrazos y todos los que en nosotros son inarticulados y por la poca cantidad de alma en la médula están vacíos de inteligencia. Rodeó con menor cantidad de carne todo lo que tiene inteligencia — excepto algún órgano que hizo totalmente de carne por la percepción, como la lengua — , mas la mayoría la hizo de aquella manera. Pues la naturaleza nacida de y criada por la necesidad no admite en absoluto una estructura ósea densa y mucha carne junto con una percepción aguda. Sobre todo se habría dado dicha combinación en la estructura de la cabeza, si ambos elementos hubieran querido coincidir, y el género humano, con una cabeza carnosa, llena de tendones y más fuerte sobre sí, habría alcanzado una vida el doble o muchas veces más larga, más saludable y menos dolorosa que en la actualidad. Pero los creadores de nuestra raza, cuando se plantearon si debían crear un género que viviera más tiempo pero peor o uno que viviera menos, pero mejor, coincidieron en que todo el mundo debe, sin dudarlo, preferir la vida más corta pero mejor a la más larga pero peor. Por tanto, cubrieron la cabeza con hueso poroso, mas, puesto que no tiene puntos de flexión, no la rodearon de carne y tendones. Por todo esto, fue agregada una cabeza al cuerpo de todo hombre, más sensible e inteligente, pero también mucho más débil. Por estas mismas causas, el dios extendió así los tendones en círculo hasta el extremo de la cabeza y los pegó alrededor del cuello por medio de la semejanza y ató a ellos las mandíbulas bajo el rostro; y el resto lo esparció en todos los miembros, uniendo articulación con articulación. Nuestros artífices dispusieron las características de nuestra boca con dientes, lengua y labios, tal como ahora está ordenada, a causa de lo necesario y lo mejor, ya que la idearon para entrada de lo necesario y como salida de lo mejor. Pues todo lo que entra para dar alimento al cuerpo es necesario, y la corriente de palabras, cuando fluye hacia afuera y obedece a la inteligencia, es la más bella y mejor de todas las corrientes. Además, ni era posible dejar la estructura ósea de la cabeza desnuda por el exceso de frío o calor en cada una de las estaciones, ni pasar por alto que cubierta se volvería obtusa e insensible por la cantidad de carne. De la carne no seca separaron una corteza excedente mayor, lo que ahora se llama piel, que a causa de la humedad del cerebro avanzó hasta juntarse consigo misma y revistió la cabeza en círculo como si fuera un retoño. La humedad, que sube de abajo de las suturas, la irriga y cierra en la coronilla, atándola como un nudo. Las variadas suturas se produjeron por la fuerza de las revoluciones y de la alimentación; si éstas luchan más entre sí, serán más; en caso contrario, menos. La parte divina perforó con fuego toda esta piel en círculo. Cuando la perforación de la piel hizo que la humedad se escapara al exterior por sus poros, salieron toda la humedad y el calor puros, pero la mezcla de éstos que compone la piel se elevó a causa de la salida y se extendió mucho hasta ser tan tenue como la perforación, pero, debido a su lentitud, repelida al interior por el aire exterior circundante, se enrolló y echó raíces debajo de la piel. Por estos procesos, nació el pelo en la piel, aunque emparentado con ella en la fibrosidad, más duro y denso por el proceso de contracción por enfriamiento que sufre cada pelo cuando, al separarse de la piel, se enfría. Con esto, nuestro hacedor hizo la cabeza pilosa, por las causas mencionadas y porque pensó que tenía que tener una cobertura liviana alrededor del cerebro en vez de carne para su seguridad, que proporcionara en verano y en invierno suficiente sombra y cubrimiento, sin convertirse en un impedimento de la buena percepción. En el entretejido de los tendones, piel y huesos que rodea los dedos, de la mezcla de los tres elementos y de su secamiento se originó una piel dura, que, si bien realizaron estas causas auxiliares, la inteligencia, la causa principal, hizo por todos los que iban a nacer en el futuro. Como los que nos construyeron sabían que en alguna oportunidad de los hombres iban a nacer las mujeres y las restantes bestias y se percataron de que muchos animales también necesitarían usar las uñas a menudo, por eso modelaron en los hombres que estaban naciendo en ese momento principios de uñas. Por estas razones, nacieron en las puntas de las extremidades la piel, los cabellos y las uñas.