Pero en Hesíodo encontramos algo más que una sumisión pasiva al afán de narrar mitos: cuando se pone a contar los viejos mitos, tiene en la mente problemas reales que siente que él está ahora en situación de responder. Esto es visible a cada momento y no simplemente en su manera de construir la genealogía de los dioses. En el otro poema que sobrevive de él, los Trabajos y Días, donde expone a los hombres del campo su doctrina acerca del trabajo humano, la necesidad de éste y las bienandanzas que depara, plantea el problema de las dificultades y pesadumbres de la vida y de cómo han caído sobre la humanidad. Hasta en un pasaje absolutamente no mitológico, que nos sume directamente en el medio ambiente del poeta, trata éste de resolver el problema filosófico en términos de los mitos tradicionales. El poeta nos cuenta cómo en un principio vivían los hombres en un estado paradisíaco sin trabajos ni esfuerzos, y cómo el robo del fuego por Prometeo y la creación de Pandora, la primera mujer, trajeron el mal y la responsabilidad al mundo. Esto es teología en un sentido muy auténtico, pues nos da una explicación mítica de ciertos hechos morales y sociales comparable al relato bíblico de la caída. La teología de Hesíodo, así aplicada a la vida práctica, debe darnos un conocimiento más penetrante de su verdadera naturaleza. En la doctrina de Eris — la maligna diosa de la lucha — con que abre sus Trabajos y Días, como una advertencia a su avaro y pendenciero hermano Perses, hace una referencia expresa a su propia Teogonia, aunque sólo la haga para corregir su doctrina anterior, pues ahora da a la rencorosa Eris de la Teogonia una diosa hermana, la Eris buena, que preside toda sana rivalidad en este mundo. La simple existencia de esta rectificación posterior es prueba palpable de hasta qué punto afectan la actitud de Hesíodo frente a la mitología los nuevos problemas que el poeta se plantea. Estas cuestiones se repiten una y otra vez a lo largo de la Teogonia, y su alcance es lo bastante amplio para abarcar todos los problemas que plantea la conciencia religiosa de su época, ya trate el poeta de explicar el hecho del mal y las tribulaciones, ya de justificar el reinado de los dioses mismos. Pues ni siquiera éstos resultan inmunes a la crítica, ahora que empiezan a ponerse en tela de juicio los medios excogitados por el hombre mismo para poner orden en el estado y en la comunidad; y la concepción genealógica del gobierno de los dioses que tiene Hesíodo le hace ver este mundo como un campo de batalla para los nuevos y grandes dioses de la luz y los sombríos y caprichosos poderes elementales de edades ha mucho desaparecidas. La pugna de estos dos grupos polla supremacía ha acabado por aplacarse, y Zeus queda triunfante; pero las tenebrosas profundidades de la tierra aún humean y hierven con el borbollante aliento de los vencidos. En esta pintura del castigo de los rebeldes en el mundo inferior, no menos que en sus invectivas contra la injusticia humana aquí en la tierra, como un crimen contra la autoridad de Zeus v su divina justicia, revela Hesíodo la naturaleza teológica de su pensamiento.
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