11. Me parece que han comprendido bien la naturaleza del universo esos antiguos sabios que han querido tener presentes a los dioses fabricándoles templos y estatuas. Comprendieron, en efecto, que es fácil atraerse en todas partes la naturaleza del alma universal, pero que resulta todavía más sencillo hacerse con ella si se construye un objeto que pueda recibir su influjo o siquiera su participación. La representación en imagen de una cosa sufre siempre el influjo de esta, al modo como un espejo es también capaz de aprehender la imagen. Porque la naturaleza, actuando de una manera muy hábil, hace todas las cosas imitando aquellos seres cuyas razones posee. Así nace realmente todo, como una razón que se da en la materia, pero que recibe una forma de algo que está sobre la materia; (la naturaleza) lo pone en contacto con la divinidad según la cual fue engendrado, mientras el alma universal lo contempla para que todo se haga según ella. No es posible, pues, que haya alguna cosa que no participe de la divinidad, pero tampoco lo es que la divinidad descienda hasta nosotros. La inteligencia de que hablamos viene a ser como el sol inteligible —que es precisamente lo .que nosotros tomamos como ejemplo—, pero a continuación de él hemos de colocar un alma que de él depende y que permanece en el mundo inteligible. Esta alma da al sol los límites que ciertamente le convienen, operándose, por medio de ella, la unión más íntima entre el sol sensible y el sol inteligible. También por su intermedio se transmiten al sol sensible las voluntades del sol inteligible, así como al sol inteligible los deseos del sol sensible, todo ello en la medida en que, por medio del alma, pueden esos deseos llegar hasta aquél.
Nada está lejos de nada, porque el estar lejos supondría la diferencia y la mezcla entre los seres; pero es que, además, en esta misma separación hay unidad. No de otro modo ocurre con los dioses, que no se encuentran nunca separados de los seres inteligibles, sino que, por el contrario, aparecen unidos al alma primitiva, que proviene en cierta manera de la inteligencia. Por medio de esta alma, que les hace ser lo que se dice que ellos son, los dioses contemplan la inteligencia, hacia la cual, y sólo a ella, dirige el alma sus miradas.