4. Todo lo que se ha dicho hasta ahora nos induce a no admirarnos respecto a la unidad de las almas. Pero esa misma razón nos exige que investiguemos cómo todas ellas forman una sola alma. ¿Acaso ocurre así porque todas las almas provienen de una sola? En ese caso, ¿es esa alma única la que se divide para dar lugar a las otras almas, o bien permaneciendo tal cual se produce, sin embargo, por sí misma la pluralidad de las demás almas? Pero, si permaneciese tal cual es, ¿cómo podría sacar de sí una pluralidad de seres? Tendremos que invocar en nuestra ayuda la autoridad de un dios para poder mostrar que, si hay muchas sustancias, hubo de existir antes una sustancia única, de la que necesariamente han de provenir aquéllas. Si esta alma única fuese un cuerpo, la multiplicidad de las otras almas provendría necesariamente de la división de este cuerpo en partes. Entonces el alma única sería la sustancia total que daría origen a las demás almas. Siendo ella homogénea, todas las demás almas tendrían que serlo también, debiendo contar en totalidad con una sola y única esencia, lo cual haría que se diferenciasen tan sólo por su masa. Si las almas son tales almas por razón de sus masas, no hay duda alguna de que unas y otras son diferentes; si, en cambio, son lo que son gracias a su esencia, entonces componen todas una sola alma. O, lo que es igual, en los cuerpos múltiples se da una misma y única alma. Pero, antes de que esta alma se extienda por la multiplicidad de los cuerpos, otra alma existe fuera de ellos. Y, precisamente, el alma que se encuentra en los cuerpos múltiples es como una imagen que proviene de aquélla, cual reflejo multiplicado de un alma que sigue siendo una. No otra cosa ocurriría con varios trozos de cera que recibiesen la misma huella. De ser cierta la primera hipótesis, el alma se consumiría en múltiples puntos; de serlo, por el contrario, la segunda, el alma carecería de cuerpo y sería, todo lo más, la afección de un cuerpo, sin que debiese sorprendernos que esta cualidad única, proveniente de un cuerpo, existiese luego en muchos otros. Pero el alma podría ser también tal alma por una y otra causa, esto es, en razón de su masa y de su esencia; entonces, claro es, su división no podría resultarnos extraña. Sin embargo, nosotros hablábamos del alma como de una sustancia incorpórea.