Enéada III, 8, 3 — A natureza produz porque ela contempla

3. Pero, ¿cómo produce esta razón y cómo, al producir, alcanza la contemplación? Si produce permaneciendo inmóvil y en sí misma, y si es una razón, habrá de ser igualmente contemplación. Porque las acciones de un ser están conformes con su razón, aunque son claramente distintas a ella. Una razón ha de estar presente en las acciones y presidirlas, sin que ello signifique que sea la acción misma. Al no ser actividad, sino razón, hay que considerarla contemplación. Para toda clase de razón existe una razón de último rango, salida de la contemplación; y es contemplación por el hecho mismo de que puede ser contemplada. Hay, sin embargo, una razón más alta, razón cambiante y divisible según los seres, la cual es análoga, no a la naturaleza sino al alma. Esa razón está en la naturaleza y es la naturaleza misma. ¿Acaso deriva de una contemplación? Desde luego, porque hemos de considerarla como algo que se contempla a sí mismo y, a la vez, como el resultado de una contemplación cuando un cierto ser contempla. Ahora bien, ¿cómo contempla esta razón? No, desde luego, de una manera discursiva, quiero decir, considerando racionalmente lo que ella encierra en sí misma. ¿Y cómo así, siendo como es una vida, una razón y una patencia productora? Sencillamente, porque sólo se procede a considerar lo que todavía no se posee. La naturaleza sí posee y, por esto mismo, porque posee, produce. Ser lo que es, para ella, es lo mismo que producir. Y es contemplación y objeto de contemplación por ser precisamente razón. Así, pues, por ser contemplación, objeto de contemplación y razón, por todo esto produce realmente.

De ahí que la producción se aparezca para nosotros como una contemplación. Es el resultado de una contemplación, y de una contemplación que permanece con su objeto, sin realizar nada extraño, sino produciendo en su calidad de contemplación.