Enéada II, 8, 2 — Refutação de uma quinta explicação

2. Se dirá incluso que la disminución de los objetos guarda relación con el ángulo de la visión. Que no es así, ya lo hemos indicado en otra ocasión; queda por añadir ahora que, al afirmar que la disminución del objeto es relativa al ángulo de la visión, se deja a un lado el hecho de que el resto del ojo percibe alguna otra cosa enteramente fuera de dicho ángulo, como por ejemplo el aire. Pero cuando se trata de una gran montaña, que no deja si ojo espacio libre de visión, porque aquélla es igual al campo de éste y no permite ya ver otra cosa, dado que la dimensión del ojo resulta ser precisamente la adecuada al objeto visto, o el objeto sobrepasa por ambos lados el radio de acción de la vista, ¿qué es lo que podrá decirse, si el objeto se aparece más pequeño de lo que en realidad es y, además, ocupa todo el campo de la visión? Nadie podrá tener duda de esto, si dirige su vista hacia el cielo. Porque no es posible ver de una sola ojeada todo un hemisferio, ni la vista podría llegar a extenderse por un tal espacio. Sin embargo, demos esto por bueno, si alguien lo desea así; la vista abarca entonces todo el hemisferio, pero la magnitud real de éste es, en el cielo, un gran número de veces mayor que su magnitud aparente; ¿cómo explicar, pues, por la disminución del ángulo de la visión que la magnitud aparente sea menor que la magnitud real?