Enéada II, 4, 5 — Sobre a matéria e a forma

5. Si se arguyen que la unidad posee siempre y a la vez estas formas, y que ambas son una misma cosa, con lo cual podría prescindirse de la materia, es claro que los cuerno tendrían necesidad de ella; porque el cuerpo nunca de forma y es siempre un todo, compuesto de forma y de materia. La inteligencia descubre su carácter dual, y procede a su división hasta llegar a un término simple que ya no puede ser analizado; divide, desde luego, en tanto le es posible hacerlo, y camina así hacia la profundidad del ser. Pero he aquí que la profundidad se confunde, con la materia, y la materia toda se vuelve sombría; la le trae la luz, y esa forma es lo que ve la inteligencia. Viendo en forma, la inteligencia considera que la oscuridad queda situada bajo la luz, de la misma manera que el ojo, también semejante a la luz, lanza su mirada hacia esta y hacia los colores luminosos, distinguiendo así la oscuridad propia de la materia, oculta bajo los colores.

Esta oscuridad de las cosas sensibles es muy diferente de la oscuridad de las cosas inteligibles. Y son realmente diferentes tanto la materia como la forma que se añade a ellas, porque la materia divina tiene un límite preciso y una vida también inteligible, en tanto que la materia del cuerpo resulta ser igualmente limitada, pero no posee vida ni inteligencia, sino que es una cosa muerta aunque ordenada.

En los cuerpos la forma viene a ser una imagen; de tal modo que su sujeto tendrá que ser también una imagen. En el mundo de lo alto la forma es algo real; de modo que su sujeto también lo será. En cuanto a los que llaman sustancia a la materia, hablarían con rectitud si se refiriesen a la materia inteligible: allí, el sujeto de las formas es sin duda una sustancia, o mejor aún, es la sustancia pensada con su misma forma, sustancia completa y toda ella plena de luz.

Trataríamos de indagar ahora si la materia inteligible es eterna, lo que plantea la misma cuestión para las ideas. Es claro que las ideas son engendradas porque tienen un principio, pero podríamos considerarlas como no engendradas puesto que no tienen comienzo en el tiempo; producidas de siempre por un principio, las ideas no se hacen, sin embargo, continuamente, cual ocurre con las cosas del mundo sensible, sino que existen desde toda la eternidad, como acontece con el mundo inteligible. La alteridad inteligible está produciendo siempre la materia, y es como su principio y su movimiento primero; este movimiento también es llamado alteridad porque movimiento y alteración se han originado a la vez. No obstante, movimiento y alteridad son algo indefinido, algo que viene de lo que es primero; de él necesitarán para su definición. Y se definen, ambos, por esa su conversión hacia él. Antes de que la conversión se verifique, la materia y la alteridad son indefinidas; la materia no es buena entonces, porque no posee la claridad de aquél. Si la luz le viene de aquél (esto es, del Bien), la materia misma, que recibe la luz, no podrá poseerla antes de haberla recibido; pues ella no es la luz, sino que llega a poseerla y a recibirla de otra cosa. Vaya por delante, sin embargo, que hemos revelado más de lo que convenía sobre materia inteligible.