Traduções em Tratado-26
Capítulo 4: O que é a potência passiva (pathetikon)?
1-6: Anúncio da questão
6-17: Todas as paixões não vêm de uma opinião, mas se acompanham de opinião
17-30: Análise do medo e de suas manifestações corporais
31-41: Introdução da noção de Forma (eidos): o poder vegetativo onde se enraíza o desejo é uma forma impassível
41-52: Comparação entre a relação da alma ao corpo e aquele da harmonia das cordas de um instrumento de música
4. Hemos de examinar ahora la parte del alma que se considera pasiva. Ya se ha hablado de ella, en cierto modo, con todo lo que se ha dicho de las pasiones referentes a la cólera y al deseo; entonces se ha mostrado cómo es cada una. Mas no por ello hemos de pasar por alto la cuestión, fijándonos primeramente en lo que se entiende como parte pnsiva del alma. Se dice de una manera general que es la parte en la que parecen formarse las pasiones, esto es, los estados seguidos de placer y de pena. Unas pasiones son el resultado de opiniones, como cuando se tiene miedo pensando en el trance de la muerte, o cuando se siente complacencia imaginando un bien futuro; entonces la opinión se da en una cosa y la pasión se produce en otra distinta. Otras pasiones, constituidas en guías de sí mismas, actúan de manera espontánea y producen una opinión en la parte que, por naturaleza, está destinada a ella. Ya se ha indicado que la opinión deja esta parte inalterable en el momento que juzga. En cuanto al temor que no proviene de un juicio, si viene de lo alto como consecuencia de un juicio, produce una especie de percepción en esa parte del alma dominada por el miedo. ¿Qué es, sin embargo, lo que produce este temor? Dícese que es como una turbación y un pavor ante algo que se considera un mal. Tanto una como otra representación se dan evidentemente en el alma; la primera, a la que llamamos propiamente juicio, y la segunda, que ha salido de aquélla y que, aunque no sea un juicio, se presenta como una especie de juicio oscuro y cual una representación imprecisa que se produce en la parte inferior del alma, semeja realmente a los actos de la llamada naturaleza que, según se dice, produce todas las cosas sin el concurso de la representación. Después de esto surge ya la turbación percibida en el cuerpo, y el temblor y la conmoción que la acompañan, así como la palidez y la imposibilidad de hablar. Mas nada de ello afecta a la parte anímica; porque en ese caso tendríamos que considerarla corpórea, si es verdad que sufre tales estados. Pero entonces también dichos estados no llegarían al cuerpo porque el alma que los envía dejaría de actuar, retenida por su propia pasión que la impide cumplir su cometido.
Digamos que la parte pasiva del alma no es verdaderamente un cuerpo, sino una forma. Sin embargo, en la ma^ (cria tienen su asiento la facultad de desear, la potencia nutritiva, la potencia vegetativa y la potencia generadora; ósta es como la raíz y el principio del deseo y de la parte pasiva. Con todo, a una forma no pueden alcanzar ni la turbación ni, en absoluto, la pasión, sino que ha de permanecer inmóvil. Es su materia la que sufrirá estas pasiones cuando ellas se produzcan por la presencia de la forma motora. Cuando la potencia vegetativa hace brotar las plantas, ella misma no brota; ni tampoco crece cuando las hace crecer. Porque, en general, cuando algo se mueve, no se mueve con el mismo movimiento que produce, y, o bien no se mueve en absoluto, o su movimiento y su acto son de otra clase. Conviene, pues, que la naturaleza de la forma sea un acto y que actúe por su sola presencia, cual si se tratase de una armonía que moviese las cuerdas de una lira. Así, la parte pasiva del alma será la causa de la pasión, productora de su movimiento, que provendrá de una representación sensible o se originará sin representación (habrá que considerar aparte el caso de la opinión que tiene su comienzo en lo alto); pero ella misma permanecerá inmóvil a la manera de una armonía. Las causas del movimiento de la pasión son semejantes al músico, y las partes quebrantadas por las pasiones tienen relación con las cuerdas de la lira. Porque tratándose de la música no es la armonía la que sufre, sino la cuerda; pero la cuerda no vibraría a su vez (armoniosamente), aun queriéndolo el músico, sin contar con las prescripciones armónicas.