Enéada III, 6, 6 — Refutação da tese estoica segundo a qual o ser é corporal.

Traduções em Tratado-26

Capítulo 6: Refutação da tese estoica segundo a qual o ser é corporal.
1-7: Anúncio dos capítulos que seguem: e qual sentido a matéria é impensável?
7-11: É preciso refutar o sentido comum (e os estoicos) que se enganam sobre a natureza do ser
11-14: O ser real é a totalidade a qual nada falta; ele é a causa do que aparece.
14-23: O ser vive e pensa; toda adição seria para ele a adjunção de um não-ser
23-32: A vida e o intelecto não podem destacar-se do que é inferior ao ser. O ser não é portanto um corpo
33-41: Objeção de um auditor “materialista”: como pensar que a terra e as montanhas não são? Como a alma e o intelecto que não têm a propriedade de “resistência” são?
41-65: Resposta de Plotino
41-49: O que é pesado não pode se destacar; a queda dos corpos é sinal de fraqueza
49-53: O movimento é uma certa forma de vida
53-61: A possibilidade de ser afetado depende do grau de corporeidade: a terra é mais “passiva” que os outros elementos posto que ela não pode se reunir uma vez cortada
61-64: Queda, pesa, choques destacam-se de uma lógica de fraqueza e em última análise do não-ser
65-67: Conclusão e parênese: o verdadeiro despertar, é de deixar o corpo. Os “materialistas” são como sonhadores presos em seus sonhos. A realidade do corpo não é senão fluxo e corrupção


6. Hemos de afirmar, pues, que el alma es impasible por su condición de sustancia inteligible, toda ella ordenada a la forma. Pero la materia es también algo incorpóreo, aunque en otro sentido. Habrá que considerar, por tanto, en qué sentido hemos de tomarla y si, como se dice, puede sufrir todos los cambios, o, por el contrario, ha de considerársela impasible, en cuyo caso convendría fijar cuál es su privativa impasibilidad. Para disponernos a tratar esta cuestión y determinar a la vez la naturaleza de la materia, hemos de comprender en primer lugar que la naturaleza de lo que es y, asimismo, la esencia y el ser, no son tal cual los cree la mayoría1. El ser que se llama verdaderamente ser es el ser real, esto es, el ser que lo es totalmente y al que nada falta para ser. Este ser, que lo es en totalidad, de nada tiene necesidad para conservarse y para ser; e inclusive resulta causa de su ser aparente de todas esas cosas que parecen ser. Sí hablamos, pues, con razón, se sigue de aquí necesariamente que el ser disfruta de la vida y de una vida que es, en verdad, perfecta; además, de faltarle algo, no le calificaríamos mejor de ser que de no-ser. Añadamos que se trata de la inteligencia y sabiduría universal. Es un ser perfectamente definido y limitado, en el que nada hay que no exista por su potencia; pero su potencia no tiene carácter particular, porque entonces carecería de algo. Es también, por ello, un ser que existe siempre y en completa identidad, incapaz de recibir nada y de dejar entrar nada dentro de sí; porque, si algo recibiese, sería algo que no fuese de él, esto es, algo calificado como no-ser. Conviene, por tanto, que el ser lo sea totalmente y que, a la vez, saque todo de sí mismo para llegar a ser. Es a un tiempo todo y todo que constituye un solo ser. Si, pues, definimos el ser por estos caracteres -y hemos de hacerlo así, porque, en otro caso, la inteligencia y la vida no provendrían del ser, sino que se añadirían a él como provenientes del no-ser; el ser, naturalmente, no poseería entonces ni vida ni inteligencia, y el no-ser, en cambio, las tendría verdaderamente, como si la vida y la inteligencia hubiesen de estar en los grados inferiores y posteriores de la realidad, cuando, ciertamente, el uno, que precede al ser, es el dador de estas cosas, aunque no tenga necesidad de ellas-, si tal es el ser, decimos, no deberá ser un cuerpo, ni tampoco el sustrato de los cuerpos, porque ser, para dios, es ser el no-ser.

¿Y cómo no ha de ser la naturaleza de los cuerpos y asimismo su materia? Las montañas y las rocas, la tierra entera, con todos los objetos sólidos y resistentes que atesora, y que se rechazan con fuerza en sus choques, dan fe de su existencia. Podríamos decir también: ¿cómo tienen la categoría de seres, y de seres reales, objetos que no nos presionan, ni nos ofrecen resistencia, por su falta de solidez, objetos que son totalmente invisibles, como el alma y la inteligencia?

Circunscribiéndonos a los cuerpos, menos (ser) se da en la tierra, que es inmóvil, que en un cuerpo más móvil y menos pesado, situado en lo alto; así, el fuego escapa ya a la naturaleza corpórea. A mi entender, cuanto más independientes son los cuerpos menos molestan y conturban a los demás; en tanto, los cuerpos más pesados y más terrestres, esto es, todos esos cuerpos defectuosos, que caen y no pueden levantarse, sucumben por su debilidad y chocan a su vez con los otros por la misma indolencia de su caída. Pues son los cuerpos inánimes los más difíciles de rehuir y los que chocan con más violencia y daño; en cambio, los cuerpos animados, que participan en el ser, en la medida en que puede hacerlo un cuerpo, resultan de una presencia más grata. Digamos que el movimiento, que es como la vida en los cuerpos a la que ciertamente imita, se encuentra especialmente en los que tienen menos caracteres corpóreos, como si el ser, al abandonar los cuerpos, se hiciese por esto mismo más cuerpo. Por los llamados estados pasivos de los cuerpos se deduce que un cuerpo es tanto más cuerpo cuanto más pasivo es, que la tierra lo es más que las otras cosas, y las otras cosas a su vez según la misma razón. Porque los otros cuerpos, si se les divide, vuelven a reunirse, siempre que nada se oponga a ello; ahora bien, si se corta una partícula terrestre, cada una de las partes resultantes permanece para siempre separada. Pues así como los seres envejecidos por la naturaleza son de tal calidad que el menor choque les vence y les destruye, así también el cuerpo por excelencia, que es el que más se aproxima al no-ser, demuestra encontrarse más débil para volver de nuevo a la unidad. Con la caída los cuerpos sufren choques pesados y violentos, lanzándose los unos contra los otros; un ser débil que cae sobre otro ser, también’ débil, resulta fuerte con relación a él, esto es, al modo como un no-ser que cae sobre otro no-ser.

Todo esto ha sido dicho contra los que ponen los seres en los cuerpos, apelando como prueba de su verdad al testimonio de los choques de los cuerpos y a los fantasmas., de la sensación. Obran, poco más o menos, cual esos soñadores que tienen como verdaderas todas las cosas que ven en sueños. Porque la sensación es algo propio del alma en sueños, y toda la parte del alma que se encuentra en el cuerpo se halla realmente en ese estado. La verdadera vigilia consiste en levantarse sin el cuerpo y no con él. Porque levantarse con el cuerpo es ir de un sueño a otro, limitandose a cambiar de lecho; levantarse verdaderamente es prescindir en absoluto de los cuerpos, los cuales, por ser precisamente de naturaleza contraria al alma, son también lo opuesto a ella en lo que concierne a la esencia. Eso atestigua su generación, su flujo y su destrucción, cosas que no se asignan a la naturaleza del ser2.


  1. Plotino sigue aquí el razonamiento del Sofista, 248 e. 

  2. Para todo lo que aquí se dice, consúltese la comparación expuesta en el Timeo, 52 b.