Enéada III, 9, 9 — O primeiro princípio não pensa

9. El Primero está más allá del ser1, mientras la Inteligencia es el ser, y el movimiento y el reposo se dan en ella. El Primero no dice relación a ninguna cosa, pero todas las demás cosas sí dicen relación a El; en El hallan su descanso y hacia El se mueven. El movimiento es un deseo, pero el Primero no puede realmente aspirar a nada; porque, ¿qué podría desear lo que ocupa el lugar más alto? ¿Acaso no se piensa a sí mismo? Desde luego, sí poseerse a sí mismo y pensar resultasen ser una misma cosa. Pero el poseerse a sí mismo no quiere decir pensar, sino que pensar es contemplar el Primero. El acto primero y el pensamiento son esto precisamente. Si la contemplación es, pues, el acto primero, ningún pensamiento la precederá. El Primero, que produce eí pensamiento, está más allá de él; y el pensamiento, a su vez, ocupa el segundo lugar después del Primero. No es el pensamiento lo primero y lo más sagrado; no quiero decir todo pensamiento, sino el pensamiento del Bien. El Bien se encuentra más allá del pensamiento. Pero, ¿no le seguirá de cerca? ¿Y cómo explicar esto? ¿Se trata, o no, de la conciencia de ser el Bien? Si lo primero, por supuesto que es ya el Bien antes de tomar conciencia de ello; si, en cambio, la conciencia de sí mismo hace sea el Bien, puede decirse que no era el Bien antes de que esto ocurriera. De modo que no se dará esta conciencia, que no podría ser, en modo alguno, una conciencia del Bien. ¿Pues qué? ¿Tampoco vive? No se debe decir que vive, si es El precisamente quien da la vida. Lo que tiene conciencia de sí y lo que se piensa a sí mismo ha de ocupar el segundo lugar; porque si un ser tiene conciencia de sí, pretenderá también unirse a sí mismo con este acto. Por otra parte, si debe conocerse a sí mismo es que realmente se desconocía y ha de suplir con el pensamiento este defecto de su naturaleza. Privemos, pues, del pensamiento al Primero; porque concedérselo es como quitarle algo y dejarle defectuoso.