19. ¿Habrá que afirmar que lo indivisible y lo divisible aparecen como mezclados en el alma, o bien que lo indivisible pertenece al alma de algún modo y según cierto punto de vista, y lo divisible de otro modo, pero consecuente con el primero, siendo ambos cual dos partes del alma, a la manera como decirnos que la parte razonable es una, y otra, en cambio, la parte irrazonable de aquélla? Convendría conocer qué sentido damos a cada uno de estos términos; porque (Platón) habla de lo indivisible en absoluto, pero no así de lo divisible, que viene a ser considerado por él como la esencia que se hace — y no que se ha hecho — divisible en los cuerpos.
Convendrá advertir de qué alma tiene necesidad la naturaleza del cuerpo para vivir y qué es lo que de ella debe hallarse presente en el conjunto del cuerpo. Como la facultad sensitiva se manifiesta toda entera a través del cuerpo, diremos que llega a dividirse; porque si se encuentra en todas partes ello se debe, podría decirse, a que es susceptible de división, aunque si se manifiesta en todas partes por entero no cabe afirmar ya de manera absoluta que se encuentra dividida en los cuerpos, sino que se hace divisible en ellos. Si se argumentase que una división de este género se da sólo en la sensación del tacto, pero no en las otras sensaciones, tendríamos que contestar que también se da en estas últimas; porque, siendo el cuerpo el que toma parte en ellas, resulta necesario que se dividan, aunque de modo menos extenso que en el tacto. Igual acontece con la facultad vegetativa y con la facultad de crecer. En cuanto a la facultad de desear, que se encuentra en el hígado, y al impulso del ánimo, que asienta en el corazón, cabe decir otro tanto. Pero es posible que el cuerpo no reciba estas facultades en su mezcla material; tal vez las reciba de otra manera, como provenientes de alguna de las cosas ya recogidas por él con anterioridad. Digamos, en cambio, que la reflexión y la inteligencia nada tienen que ver con el cuerpo; todo lo que ellas pueden realizar no se verifica por un órgano del cuerpo, ya que, por el contrario, el cuerpo mismo constituye un obstáculo si se quiere hacer uso de él en las actividades reflexivas.
Vengamos a la conclusión de que lo indivisible y lo divisible son dos cosas distintas que, al mezclarse, no pueden producir un ser único. Forman, si acaso, un todo compuesto de dos partes, cada una de las cuales permanece pura y separada de la otra en el curso de su operación. No obstante, si la parte que se hace divisible en los cuerpos tiene en sí misma un carácter de indivisible recibido de lo alto, puede decirse que un mismo ser resulta a la vez indivisible y divisible, cual si se hubiese producido una mezcla entre ese ser y la potencia de lo alto que ha llegado hasta él.