Cap 2: Resposta ao argumento 1: ser da mesma espécie não significa ser uma parte, e um incorpóreo não pode ter partes como tem um corpo
2. Con respecto a esto hemos de responder lo siguiente: admiten (quienes así hablan) que las almas individuales son homogéneas con las del universo, mostrando que alcanzan los mismos objetos y que son de su mismo linaje, lo que equivale a negar que sean partes de él. Mejor podríamos decir que la misma alma es un alma única y, a la vez, cada una de las almas. En este caso, la hacemos depender de un principio que, sin referirse a ningún otro ser, ni al mundo ni a ninguna otra cosa, (produce) lo que hay de animado en el mundo y en cualquier otro ser. Justamente, debe afirmarse que la totalidad del alma no es el alma de algo determinado, siendo como es una sustancia, sino que estas almas de algo que es determinado lo son precisamente por accidente.
Tal vez convenga explicar de modo más claro qué es lo que entendemos por el término parte. Podemos entender el término como parte del cuerpo, sea éste homogéneo o heterogéneo, pero hemos de señalar que, cuando se habla de partes homogéneas de los cuerpos, se dice relación a la masa y no a la naturaleza de los cuerpos. Así ocurre con la blancura: la blancura de una parte de la leche no es una parte de la blancura de toda la leche; es, en efecto, la blancura de esa parte, sin que ello quiera decir que sea una parte de la blancura de la leche, porque la blancura no tiene en absoluto ni magnitud ni cantidad; quede esto en claro. Cuando empleamos el término “parte” sin referirlo a los cuerpos, puede ocurrir una de dos: o que lo refiramos a los números, diciendo, por ejemplo, que dos es una parte de diez, y entendiendo la cuestión con números abstractos, o que pensemos el término como parte del círculo o de la línea, o incluso como parte de una ciencia. Tengamos en cuenta que en lo concerniente a las unidades y a las figuras geométricas, así como en lo tocante a los cuerpos, el todo se presenta disminuido y reducido a partes, siendo naturalmente cada parte más pequeña que el todo. Se trata en realidad de cantidades, que no son la cantidad en sí, por lo cual resultan susceptibles de aumento o disminución. Ahora bien, no puede decirse lo mismo del término parte referido al alma, porque el alma no es una cantidad. No puede decirse, valga la expresión, que la totalidad del alma es una década y que un alma cualquiera es una unidad. Muchas cosas absurdas se seguirían de aquí, pues considerando que la década no es una unidad, o bien cada una de las unidades de que está compuesta sería un alma, o el alma de que se habla sería un compuesto de cosas inanimadas. Se ha concedido, sin, embargo, que las partes del alma universal son homogéneas con el todo y hemos de afirmar ahora, en el caso de la cantidad continua, que no es necesario que las partes sean como el todo, y así, por ejemplo, que las partes de un círculo o de un cuadrado hayan de ser círculos o cuadrados; tampoco en el supuesto de que las partes sean semejantes al todo podrá decirse verdaderamente que todas las partes le son semejantes, porque, por ejemplo, en un triángulo no son todas ellas triángulos, sino alguna otra cosa. Y, no obstante, admiten, como decimos, que el alma es homogénea con sus partes.
En el caso de la línea, cualquiera de sus partes ha de ser naturalmente una línea, pero habrá diferencia de magnitud entre la parte y el todo. Si esta diferencia de magnitud se aplicase también a la relación entre el alma particular y el alma total, haríamos del alma, sin duda alguna, una cantidad y un cuerpo, ya que vendría a tener, como tal alma, diferencias de cantidad. Pero suponíamos, ciertamente, que todas las almas eran semejantes y completas, y parece claro, además, que el alma universal no se divide a la manera de una magnitud. Ni aun nuestros adversarios1 aceptarían que el alma universal se desgarra en partes, porque con ello destruirían el alma, que ya no sería más que un nombre si nunca fue realmente un todo. Ocurriría aquí como si repartiésemos vino en muchas ánforas y dijésemos luego que la parte dé vino que hay en cada ánfora es una parte de la totalidad del vino.
¿Entendemos el término “parte” como cuando hablamos del teorema de una ciencia y lo consideramos parte de ésta? Pero la ciencia no lo es menos, a pesar de esta división, con la que tan sólo se enuncia y actualiza cada una de sus partes. Cada teorema contiene, en efecto, en potencia la totalidad de la ciencia, pero no por ello deja de existir ésta. Si aconteciese así con el alma universal y las demás almas particulares, el alma universal, de la cual las otras son partes, no sería el alma de algo determinado, sino que existiría en sí misma; pero no sería entonces el alma del mundo, sino una cierta alma también de carácter particular. Las almas todas, si son de la misma especie, podrán ser partes de un alma única. Pero, ¿cómo una de ellas iba a ser el alma del mundo y las otras, en cambio, partes de él?