Enéada IV, 3, 32 — Isto que se lembram as almas; a sua saída do corpo (2)

32. ¿Y cómo recordamos a nuestros amigos, a nuestros hijos y a nuestra mujer? ¿Cómo también recordamos a nuestra patria y todo lo que un hombre inteligente puede recordar sin que el hecho resulte insólito? Digamos que el alma (inferior) recuerda con algún sentimiento, cosa que no ocurre al hombre, insensible en muchos de sus recuerdos. Porque, tal vez al principio el hombre experimente alguna emoción, junto con sus recuerdos; en tal caso, el alma superior misma podrá experimentar las más nobles de las emociones según la relación que mantenga con el alma inferior. Conviene, no obstante, que el alma inferior quiera actuar en sus operaciones lo mismo que el alma superior, y aun, sobre todo, adquirir los mismos recuerdos, si es un alma verdaderamente inteligente; porque, en principio, se hace uno mejor por la enseñanza que recibe de un ser superior.

Pero el alma superior debe querer olvidar lo que viene a ella del alma inferior. Porque, siendo como es un alma inteligente, podrá contener por fuerza al alma de naturaleza inferior. Cuanto más intente elevarse hacia lo alto, más olvidará también las cosas de este mundo; salvo que toda su vida, ya aquí en la tierra, se aplique tan sólo a recordar las cosas mejores, pues es igualmente hermoso dar de lado en este mundo a las preocupaciones de los hombres, con lo cual, necesariamente, se prescindirá de sus recuerdos. Así podrá decirse, y con razón, que el alma buena es un alma olvidadiza; porque huye de todo lo que es múltiple, conduce lo múltiple a la unidad y repudia lo indeterminado. Esta alma no se acompaña de los recuerdos de aquí abajo, sino que es ligera y vive consigo misma. Incluso en este mundo, cuando quiere elevarse a lo inteligible, deja por esto todas las demás cosas. Muy pocos recuerdos se lleva consigo a la región de lo alto; algunos más, sin embargo, la acompañará en el cielo. Hércules (en el Hades) podría hablar todavía de su bravura; pero, con todo, la estimaría como algo de poco valor al encontrarse ya en un lugar sagrado y en el mundo inteligible, pues es claro que aquí dispondría de fuerzas superiores, semejantes a las de los sabios en sus luchas.