Enéada IV, 3, 4 – Alma e Alma-do-Mundo: uma coisa em todas as outras?

4. Si el alma es, pues, una unidad de esta clase, ¿qué hemos de contestar a los que plantean dificultades como las siguientes? En primer lugar, si es posible que una sola cosa se encuentre a la vez en todas las otras, y en segundo lugar, si puede haber un alma que se dé en el cuerpo y otra no —porque quizá debiera afirmarse que toda alma, y especialmente el alma del universo, asentará siempre en un cuerpo, y no decir que ha de abandonar el cuerpo, como se hace con la nuestra, aunque algunos sean de la opinión que si ha dé abandonar este cuerpo no por eso quedará fuera de todo cuerpo—; pues si alguna alma tiene que quedar enteramente fuera del cuerpo, ¿cómo es que un alma ha de abandonarlo y otra no, tratándose en todo caso de la misma alma? En cuanto a la inteligencia, por su misma alteridad aparece dividida en partes distintas, pero unidas unas a otras, porque, siendo su sustancia indivisible, aquella separación no ofrece dificultad alguna; mientras que, en lo tocante al alma, considerada como divisible según los cuerpos, muchas son las dificultades que se oponen a su unidad.

Sin embargo, podría hablarse de la unidad como existente en sí misma y no precipitada en el cuerpo. De ella procederían todas las almas, tanto el alma del universo como las demás. En cierto modo, se presentarían reunidas y formando una sola alma, que no correspondería a ningún ser particular. Así, suspendidas por sus extremos y relacionadas entre sí, se lanzarían aquí y allá, cual una luz que, tan pronto se acerca a la tierra, se introduce en nuestras casas, aunque no por ello se divida y pierda algo de su unidad. El alma del universo permanece siempre por encima de nosotros, porque no desciende hacia la tierra ni se muestra solícita por las cosas de aquí abajo; nuestras almas, en cambio, no siempre se encuentran en ese estado, porque están limitadas por una porción del cuerpo en cuyo cuidado han de poner toda su atención. El alma del universo, por su parte inferior, se parece al alma de un gran árbol, que dirige la vida sin fatiga ni ruido alguno; la parte inferior de nuestra alma resulta algo así como los gusanos que nacen en las ramas podridas del árbol, pues eso y no otra cosa es el ser animado en el universo; pero, además de esa alma, hay otra alma semejante a la parte superior del alma del universo y comparable a un agricultor que, preocupado por los gusanos del árbol, dirigiese hacia él todos sus cuidados. Como si se dijese que un hombre que disfruta de buena salud, en unión de los otros hombres en sus mismas condiciones, se aplica a todo aquello que debe hacer o contemplar; en tanto, si se encuentra enfermo, aparece entregado a los cuidados de su cuerpo, atento y predispuesto hacia él.