13. Pero, ¿en qué se diferencia la sabiduría así descrita de lo que llamamos la naturaleza? La sabiduría es, ciertamente, lo primero, y la naturaleza lo último. La naturaleza es una imagen de la sabiduría y, como última parte del alma, no contiene más que los últimos reflejos que se dan en la razón. Ocurre aquí como en una espesa capa de cera: si se marca una impronta en una de sus caras y ésta llega hasta la otra cara, los rasgos de la impronta, que aparecerán bien marcados en la cara superior, aparecerán en cambio debilitados en la cara inferior. Y es que la naturaleza no conoce, sino que tan sólo produce. Da involuntariamente lo que ella tiene a lo que está por debajo de ella, tanto a la naturaleza corpórea como a la material, lo mismo que un objeto caliente transmite la forma del calor a un objeto que está en contacto con él, aunque su acción sea menor que la de la fuente del calor. Por eso, la naturaleza carece de imaginación y el pensamiento se muestra también superior a la imaginación. De ésta diremos que es intermedia entre la impronta de la naturaleza y el pensamiento. La naturaleza no tiene ni percepción ni inteligencia; la imaginación, por su parte, recibe las impresiones de fuera y da a lo que ella imagina el conocimiento que experimente. El pensamiento engendra por si mismo, y actúa porque proviene de un ser en acto. La inteligencia posee los seres, el alma del universo los acoge eternamente y en esto consiste su vida, que se hace manifieste como un conocimiento intelectual incesante. La naturaleza, a su vez, viene a ser el reflejo del alma sobre la materia. En ella, e incluso antes de ella, encuentran su fin los seres reales, en el borde inferior de la realidad inteligible. Desde aquí ya no contamos más que con imágenes. Pero la naturaleza actúa sobre la materia y sufre con relación al alma. El alma, en cambio, que es anterior a ella y también vecina de ella, actúa y no sufre, en tanto el alma de lo alto no actúa ya ni sobre los cuerpos ni sobre la materia.
Enéada IV, 4, 13 — Zeus enquanto alma do mundo (4)
- MacKenna: Tratado 28,26 (IV,4,26) — Sabe-se que a sensação não pode se fazer sem órgãos (4)
- MacKenna: Tratado 28,27 (IV,4,27) — A terra tem um poder vegetativo, um poder sensitivo e um intelecto
- MacKenna: Tratado 28,28 (IV,4,28) — A cólera
- MacKenna: Tratado 28,29 (IV,4,29) — A separação da alma e do corpo
- MacKenna: Tratado 28,3 (IV,4,3) — A memória em sua relação à união da alma e do corpo (3)
- MacKenna: Tratado 28,30 (IV,4,30) — A influência dos astros é devida à simpatia. A Memória, a Sensação e a Magia
- MacKenna: Tratado 28,31 (IV,4,31) — Classificação das ações e das paixões
- MacKenna: Tratado 28,32 (IV,4,32) — O universo é um vivente onde reina a simpatia
- MacKenna: Tratado 28,33 (IV,4,33) — Há um acordo neste vivente. A analogia da dança
- MacKenna: Tratado 28,34 (IV,4,34) — A influência do cosmo sobre o homem é moderada