Enéada V, 1, 10: Toda alma individual guarda nela mesma uma imagem das três hipóstases

Capítulo 10: Toda alma individual guarda nela mesma uma imagem das três hipóstases
1-10. O Uno, o Intelecto e a Alma se encontram não somente na realidade, mas também “em nós”, na nossa alma.
10-21. A faculdade racional de nossa alma permanece sempre no mundo inteligível, mesmo quando o “resto” da alma desce ao corpo. eis porque ela é “em si”, “no exterior” do corpo.
21-31. É preciso que a alma em seu conjunto se separe do corpo em eliminando toda “inclinação” para os os sensíveis, para poder ascender inteira no mundo inteligível de onde provém.


Traducción del griego por José Antonio Migues

10. Convendrá pensar, pues, que más allá del ser está el Uno, tal como hemos querido mostrarlo con nuestro razonamiento y en la medida en que es posible hacerlo. A continuación habrá que colocar el Ser y la Inteligencia, y, en tercer lugar la naturaleza del alma, según lo que ya se ha dicho. Dado que estas tres realidades están en la naturaleza de las cosas hemos de pensar que se dan también en nosotros. Y digo que se dan, no en lo que hay de sensible en nosotros -verdaderamente estas realidades están separadas de todo lo sensible-, sino en lo que es exterior a las cosas sensibles, tomado el término exterior como cuando se dice que esas mismas realidades son exteriores al cielo. Así han de entenderse las partes del hombre que Platón considera como “el hombre interior”1. Nuestra alma es, entonces algo divino, algo de naturaleza diferente y que es tal como el alma universal. El alma que posee la inteligencia es perfecta, aunque deba distinguirse entre la inteligencia que razona y la que proporciona los principios del razonamiento. En cuanto a la facultad de razonar del alma no tiene necesidad de un órgano corpóreo para verificar su operación, ya que conserva su acción en un estado puro al objeto de poder razonar también puramente. Se mantiene, por tanto, separada y libre de todo contacto con el cuerpo, con lo que no deberemos engañarnos si la colocamos en el primer inteligible. Porque no hay motivo para preguntarse dónde hemos de situarla, sino que, por el contrario, la colocaremos fuera de todo lugar. Así, pues, el ser en sí mismo, exterior e inmaterial ha de entenderse como un ser aislado del cuerpo y que nada tiene que ver con su naturaleza. Por ello dice (Platón) al referirse al universo que el demiurgo puso el alma fuera y con ella rodeó el mundo, queriendo designar con esto la parte del alma que permanece en lo inteligible2. En cuanto a nosotros, dice que nuestra alma “se yergue por su cabeza hasta las alturas”3. De ahí que su exhortación para que nos apartemos del cuerpo no se refiera a una separación local -porque esta separación ya ha sido establecida por la naturaleza-, sino que haya de entenderse, como una no inclinación al cuerpo, ni siquiera en imaginación, como ser extraño que es a nosotros. Es ciertamente lo que acontece si se sabe remontar y llevar hasta lo alto esa parte del alma situada en este mundo, a la cual corresponde el cometido de fabricar y modelar el cuerpo, así como el de estar al cuidado de él.


  1. El hombre interior -el alma- “es el hombre mismo” en el lenguaje del Sócrates platónico, del Alcibíades y de La República. “Si Sócrates conversa con Alcibíades -dícese en el diálogo de este nombre, 130 e- no lo hace con tu rostro de carne y hueso, como parece, sino que razona con Alcibíades mismo, es decir, con tu alma”. 

  2. Cf. Platón, Timeo, 36 e. 

  3. Cf. Platón, Timeo, 90 a.