Enéada V, 8, 3 — Escalada das razões formadoras até o céu inteligível.

3. Hay en la naturaleza una razón que constituye el modelo de la belleza que se da en el cuerpo; pero hay en el alma una razón todavía más bella, de la que proviene que se encuentra en la naturaleza. Se aparece con toda claridad en el alma virtuosa, en la que gana siempre en belleza; porque adorna el alma y la llena de luz, como proveniente de una luz superior que es la belleza primera. Al asentar en el alma, le hace deducir cuál es la razón que existe antes de ella, esa razón que ni es adecuada, ni podrá darse en otro ser, sino tan sólo en sí misma. Por lo que ni quiera se trata de una razón, sino más bien del creador le la razón primera, de la belleza que se da en el alma como en una materia, esto es, de la Inteligencia; pero de la Inteligencia que existe desde siempre y no de la inteligencia que ha surgido en el tiempo, porque ésta de que nosotros hablamos no ha podido recibir nada ajeno. ¿Qué imagen podríamos forjarnos de ella, si toda imagen surge de una cosa inferior? Conviene, en cambio, que su imagen la saquemos de la misma inteligencia, pero de modo que no la tomemos como imagen, cual hacemos también cuando tomamos un trozo de oro como muestra de todo el oro y, si lo hemos recogido en estado impuro, procedemos a su limpieza, mostrando así de hecho y de palabra que todo este trozo no es oro sino más bien un cuerpo con un cierto volumen. Lo mismo ocurre aquí cuando partimos de la inteligencia ya purificada que se da en nosotros, o, si se quiere, cuando partimos de los dioses y de la inteligencia que se da en ellos. Porque venerables y hermosos son todos los dioses y su belleza es realmente extraordinaria; pero, ¿qué es lo que hace que sean así? Sin duda, la Inteligencia, y sobre todo esa inteligencia que es más activa que la nuestra, que se hace visible. Pues, no son dioses por la belleza de sus cuerpos, ya que cuando tienen cuerpos, no es a éstos a los que deben la divinidad, sino que lo son por la Inteligencia. Pero es claro que los dioses son bellos; porque no cabe imaginarIos unas veces como sabios y otras como privados de sabiduría, sino siempre como sabios y en la actitud impasible, descansada y pura de su misma inteligencia. Lo saben todo y conocen no sólo las cosas humanas sino también las cosas divinas que a ellos les conciernen y cuanto puede contemplar una Inteligencia. Los dioses que se encuentran en el cielo, como disfrutan del ocio, contemplan eternamente y a lo lejos las cosas que se dan en el cielo inteligible, bastando para esto con que eleven su cabeza sobre la bóveda celeste; los dioses de la región inteligible, esto es, los que tienen aquí su morada, habitan en un cielo que lo es todo, porque todo en esta región es cielo; lo es la tierra, lo es el mar, lo son también los animales, las plantas y los hombres, todo, en fin, es celeste en el cielo inteligible. Los dioses que se dan aquí no desprecian a los hombres ni nada de lo que se encuentra en esta región, porque en ella tienen su morada y recorren, además, todo el cielo inteligible sin privarse del descanso eterno.