Enéada V, 8, 6 — A verdade é conhecida intuitivamente

6. A esto llegaron, en mi opinión, los sabios de Egipto, bien medio de una ciencia exacta, bien de una manera natural. Y así, respecto a las cosas que quieren mostrar con sabiduría, no se sirven de tipos de letras que se desenvuelven en discursos y en proposiciones, representando a la vez sonidos y palabras, sino que dibujan imágenes, cada una de las cuales se refiere a una cosa distinta. Estas imágenes son grabadas en los templos para dar a conocer el detalle de cada cosa, modo que cada uno de los signos constituye una ciencia y una sabiduría, una cosa aprehendida de una vez y no algo parecido a un pensamiento o a una deliberación. De esta sabiduría conjunta proviene a continuación una imagen que se desenvuelve en otra cosa y que aparece formulada en un decurso de pensamiento que descubre las causas por las que cosas son, todo lo cual hace que se admire la belleza de lo que así está dispuesto. Quien conozca estas cosas tiene que mostrar su admiración ante una sabiduría que, sin poseer las causas por las que los seres son lo que son, pone realmente estas causas al descubierto para todos aquellos que proceden según ella. Si, pues, se nos descubre una belleza así, mostrándose tal como debe ser apenas con esfuerzo reflexivo, o sin que en absoluto apelemos a él, será necesario que esta belleza exista antes de toda reflexión; lo que puede aplicarse al universo — y entendamos lo que yo quiero decir con respecto a un ejemplo único y grande, que se adapta a todos los demás —.