Enéada VI, 5, 11 — O inteligível é ilimitado

11. Pero, ¿cómo un ser carente de extensión puede avanzar hasta la totalidad del universo que tiene una extensión tan grande? ¿Cómo no iba a dispersarse un ser que es uno e idéntico? He aquí la dificultad que nos ha asaltado muchas veces y que nuestro razonamiento ha querido alejar de la mente con el mejor deseo. Y ya se ha demostrado repetidamente que tiene que ser así. Conviene usar todavía de algunas exhortaciones, y eso que no ha sido poco sino mucho lo que hemos hecho para llevar a ese convencimiento, mostrando en tal sentido lo que es la naturaleza inteligible. No es en modo alguno como una piedra, como un gran cubo de piedra; porque ese cubo ocupa un determinado lugar, tanto, desde luego, como su propia magnitud. Y precisamente no puede sobrepasar sus límites y se mantiene en ellos por tratarse de un volumen y porque la potencia de la piedra queda también encerrada en este volumen.

Estamos, pues, ante la naturaleza primera, que no es susceptible de medida, ni de límite para su magnitud. De ella nos valemos, en cambio, para medir todas las demás cosas, porque lo que encierra en sí toda la potencia de ningún modo posee magnitud. Por eso, esta naturaleza no se da en el tiempo sino en absoluto fuera del tiempo. El tiempo ofrécese siempre como una dimensión; la eternidad, por el contrario, permanece en sí misma, domina el tiempo y tiene primacía sobre él por la infinitud de su potencia. El tiempo mismo parece propender a la multiplicidad, cual una línea que semeja alejarse hasta el infinito, no obstante estar suspendida a un punto alrededor del que gira. Dondequiera que esa línea vaya, irá con ella la imagen del punto sin que el punto mismo se desplace; porque será la línea la que dé vueltas en círculo en torno de aquél.

Si tal es la analogía del tiempo con esa naturaleza que permanece en sí misma, y si esa naturaleza no sólo es infinita en cuanto al tiempo sino también en cuanto a su potencia, convendrá admitir, contrapuesta a esta potencia infinita, una naturaleza que se levante frente a ella pero que esté en dependencia de ella. Y esta naturaleza conservará su duración acomodada al tiempo, girando alrededor de la potencia que permanece en sí misma y que, siendo mayor que ella, la ha dispuesto así en cuanto a su magnitud. ¿Qué diremos, pues, de esta naturaleza que participa de aquella otra, en la medida en que esto le es posible? La naturaleza superior está toda ella presente sin que esto suponga que se le vea en todas partes, dado que el sujeto es incapaz de recibirla. Esa presencia y esa identidad no la entendemos a la manera del triángulo material que es idéntico numéricamente a pesar de su multiplicidad, sino tal como lo es el triángulo inmaterial, del que derivan todos los triángulos materiales. Pero, ¿por qué no se da en todas partes el triángulo material, si se da en cambio el triángulo inmaterial? Indudablemente, porque toda materia no participa de él. Reviste, si acaso, unas y otras formas, mas no se aplica por entero a la totalidad inteligible. La naturaleza primera no se conforma a todo, sino inicialmente a los géneros primeros, y luego a todas las demás cosas; sin embargo, no deja de estar presente a todo1.


  1. Recuérdese el mito platónico y la teoría de las ideas expuesta en el libro X de la República. El triángulo inmaterial de que habla Plotino -verdadera idea del triángulo o triángulo independiente de la dimensión- está en todas partes con el carácter de triángulo esencial que puede ser realizado en un lugar del espacio. 

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