Enéada VI, 7, 7 — A alma e as razões

7. Mas, si conforma una naturaleza de bestia por el hecho de su perversión y degradación, no quiere ello decir que, por principio, esté destinada a producir un buey o un caballo. La razón del caballo y el caballo mismo son para ella algo contra naturaleza. Digamos mejor todavía, menos conforme con su naturaleza, pero no contra naturaleza. Porque, en cierto modo, ella es, desde el comienzo, caballo o perro. Sí le es posible, realiza siempre lo mejor, pero si no, hace realmente lo que puede, porque al menos está ordenada para producir algo. Ocurre aquí como con los artesanos que saben fabricar muchas cosas: fabrican lo que se les ha ordenado fabricar o aquello a lo que su materia se acomoda fácilmente. ¿Qué impide, pues, que la potencia del alma del universo, dado que es la razón seminal de todo, esboce ya de antemano, antes incluso de que las potencias del alma hayan salido de ella? Ese esbozo es como una precursora iluminación de la materia; es una huella que, para producir, han de seguir las almas, que ya no tienen otra cosa que hacer sino articular las partes y adaptar cada una, según su aptitud, a la parte más próxima, no de otro modo que como se adapta un coro a un tema dramático que se le ofrece.

He aquí la consecuencia a que llegamos siguiendo el hilo de nuestros principios. Pero, ¿era éste el problema que planteábamos? ¿Cómo la facultad de sentir pertenece al hombre inteligible, sin que por ello miren hacia el futuro los seres inteligibles mismos? Estaba claro para nosotros, y el razonamiento lo prueba, que los seres inteligibles no miran a las cosas de este mundo, sino que son éstas las que dependen de aquéllos y las que se constituyen en sus imágenes. También se nos hace manifiesto que el hombre sensible recibe del hombre inteligible potencias que le orientan hacia los seres inteligibles, que las cosas que son aquí objeto de sensación están unidas al hombre sensible, al igual que las cosas sentidas en el otro mundo aparecen íntimamente ligadas al hombre inteligible. Los seres inteligibles pueden ser llamados seres sensibles, aunque sean incorpóreos; no en balde son, a su modo, objeto de una percepción. Lo que en este mundo denominamos nosotros sensación por su referencia a los cuerpos es más oscuro que la percepción del mundo inteligible; su claridad sólo es aparente. Llamamos hombre sensitivo al hombre de aquí abajo porque tiene una percepción inferior y percibe, a su vez, imágenes inferiores a sus modelos. De manera que las sensaciones vienen a ser pensamientos oscuros y los pensamientos inteligibles, en cambio, sensaciones claras.

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