Capítulo 11: O Bem escapa a todas as categorias da ontologia.
1-3: Aporia concernindo a inexistência do Bem
3-13: O Bem escapa às questões que permitem, segundo Aristóteles, de orientar toda investigação
13-28: O pensamento do Bem deve ser purificado de toda representação espacial
28-38: Não se deve atribuir ao Bem nem a quantidade, nem a qualidade, nem a relação, nem o advento acidental.
11. ¿Qué hemos de afirmar ahora de una cosa que no existe? Convendrá seguramente que mantengamos el silencio sobre ella y que, en la dificultad en que nos encontramos para conocerla, cesemos ya en nuestra investigación. Pues es claro que nuestra búsqueda no puede ir más allá, y llegada a un principio, en él se ve necesariamente detenida.
Por otra parte, toda investigación ha de versar desde luego sobre la esencia, la cualidad, el porqué o la existencia. En cuanto a que el Primer (Ser) es tal como hemos dicho, queda demostrado por los seres que le siguen. Si buscamos a esto un porqué, preguntamos ya por otro principio; y, verdaderamente, lo que es principio de todo no puede en modo alguno tener sobre sí otro principio. Cuando investigamos acerca de sus cualidades, miramos evidentemente a sus accidentes y esto sí que no tiene objeto. Al buscar lo que es, se nos ofrece con tal claridad que no hemos de plantearnos ninguna cuestión bajo tal aspecto. Si ello es posible, fijemos en nuestra mente la licitud de atribuirle alguna cosa.
Si nos parece que acumulamos dificultades sobre la naturaleza de ese principio, será porque nos representamos ante todo una región o un lugar, cual si se tratase de un caos, e introducimos ahí esa naturaleza que se ha originado o tiene realidad en nuestra imaginación. Nos preguntamos entonces de dónde ha venido y cómo ha venido ese ser, y no de otro modo que si se tratase de un advenedizo le hacemos aparecer como surgido y lanzado de una determinada altura. Mas si damos de lado a esta dificultad y prescindimos de la noción de lugar para el Primer Principio, trátese de un lugar en el que haya permanecido siempre o al que haya venido de algún modo, lo único que podremos decir de él es que es, y que es por la necesidad misma del razonamiento. El lugar, como todas las demás cosas, será posterior a él, e incluso posterior a todo lo que le sigue. Pensándolo, pues, fuera de todo lugar, tal como ahora hacemos, nada hay que aparezca en círculo alrededor de él. No diremos que nada le abraza, ni le atribuiremos por tanto magnitud o cualidad alguna. Ese Principio no tiene forma, ni siquiera forma inteligible. No dice relación a otra cosa, sino que existe por sí mismo y antes de que ninguna cosa exista1.
¿Qué querría decirse al afirmar que le ha ocurrido por accidente el ser así? ¿Cómo podríamos pronunciar esas palabras cuando todo lo que se ha dicho de él no son más que negaciones’? Sería más conforme con la verdad decir, no que le haya acontecido por accidente el ser así, sino que esto es precisamente lo que encierra falsedad, ya que nada en absoluto puede ocurrirle por accidente.
Se ha acudido con frecuencia a Bergson para comprender el sentido de este razonar plotiniano. La idea de Nada, según Bergson, es, en el fondo, la idea de Todo y, además, un movimiento del espíritu que salta indefinidamente de una cosa a otra, no determinando su posición actual más que por relación a )a que acaba de dejar. Es una representación comprensiva y plena, tan plena y comprensiva como la idea de Todo. Eso ocurre con nuestra idea del Primer Principio. Cf. La evolución creadora. Obras escogidas de Bergson, Aguilar, México, 1959, pág. 692. ↩