Excertos das obras completas de Platão, por Patricio de Azcárate
Sócrates: Iba de la Academia al Liceo1 por el camino de las afueras a lo largo de las murallas, cuando al llegar cerca de la puerta pequeña que se encuentra en el origen del Panopo, encontré a Hipotales, hijo de Hierónimo, y a Ctesipo del pueblo de Peanea,2 en medio de un grupo numeroso de jóvenes. Hipotales, que me había visto venir, me dijo:
—¿A dónde vas, Sócrates, y de dónde vienes?
—Vengo derecho, le dije, de la Academia al Liceo.
—¿No puedes venir con nosotros, dijo, y desistir de tu proyecto? La cosa, sin embargo, vale la pena.
—¿A dónde y con quién quieres que vaya? le respondí.
—Aquí, dijo, designándome frente a la muralla un recinto, cuya puerta estaba abierta. Allá vamos gran número de jóvenes escogidos, para entregarnos a varios ejercicios. [222]
—Pero ¿qué recinto3 es ese, y de qué ejercicios me hablas?
—Es una palestra, me respondió, en un edificio recién construido, donde nos ejercitamos la mayor parte del tiempo pronunciando discursos, en los que tendríamos un placer que tomaras parte.
—Muy bien, le dije, pero ¿quién es el maestro?
—Es uno de tus amigos y de tus partidarios, dijo, es Miccos.
—¡Por Júpiter! ¡no es un necio; es un hábil sofista!
—¡Y bien! ¿quieres seguirme y ver la gente que está allí dentro?
—Sí, pero quisiera saber lo que allí tengo de hacer, y cuál es el joven más hermoso de los que allí se encuentran.
—Cada uno de nosotros, Sócrates, tiene su gusto, me dijo:
—Pero tú, Hipotales, dime, ¿cuál es tu inclinación?
Entonces él se ruborizó.
Tanto la Academia como el liceo indican dos distritos de Atenas en los que había gimnasios y lugares de reunión. Sobre todo el Liceo, situado fuera de las murallas al Nordeste de Atenas, era un santuario dedicado a Apolo en el que había instalaciones deportivas e, incluso, un teatro. Los sofistas ofrecían aquí sus enseñanzas. Friedlander (Platon, vol. II: Die platonischen Schritten, Berlín, 1957, págs. 85 sigs.) ha mostrado el carácter de este comienzo del diálogo. Sócrates va de gimnasio en gimnasio, pegado a la muralla para no distraerse entrando en la ciudad, o divagando por el campo (Fedro 230d), y así poder dedicarse a lo que realmente le interesa: el encuentro con los otros. ↩
Patria de Demóstenes, según Plutarco. ↩
El Dromos, lugar para las carreras, y la Palestra, especie de patio porticado donde tenían lugar toda clase de ejercicios físicos, constituían el Gymnasion. La palestra podía tener biblioteca y ser frecuentada también por sofistas, como este «pequeño» Micco, de quien nada sabemos, más que lo que el Lisis nos cuenta, y del que no se vuelve a hablar en el diálogo. ↩