Enéada II, 4, 10 — Como o Intelecto percebe a matéria

10. Pero, ¿cómo estimar la falta de magnitud en la materia? ¿Y cómo pensar la materia desprovista de cualidad? ¿Qué pensamiento y qué idea forjaréis de ella en vuestra mente? No sería otra que la misma indeterminación). Porque si lo semejante dice relación a lo semejante, igualmente lo indeterminado hará referencia a lo indeterminado. Podría hacerse de lo indeterminado una razón determinada, pero la impresión que seguiríamos teniendo sería aún indeterminada. Si todo lo que se conoce se conoce realmente por la razón y por el pensamiento en cuanto a la materia es la razón la que lo dice todo, aunque al querer aprehenderla, como pensamiento no sólo no llega a él sino que lo niega radicalmente, obtendremos de la materia una representación bastarda e ilegítima, forjada sobre lo otro, que no es una realidad verdadera, y conformada también con él.

Ya Platón formulaba esta hipótesis al afirmar que la materia es aprehendida por un razonamiento bastardo. ¿En qué consiste, pues, la indeterminación del alma? ¿Se trata acaso de una completa ignorancia, de una ausencia de todo conocimiento? No; lo indeterminado es algo de carácter afirmativo. En cuanto al ojo, por ejemplo, la oscuridad es la materia de todo color visible; y así, el alma se nos ofrece privando a los objetos sensibles de todas aquellas cosas que son en ellos como una luz, sin que pueda precisar todo lo, demás, esto es, se hace en la oscuridad, semejante al ojo que también se vuelve lo mismo que aquellos objetos que ve.

Pero, ¿podemos afirmar que el alma ve? Sí, en la medida en que puede ver la realidad deforme, carente de color, privada de luz, e incluso desprovista de magnitud; porque, si así no fuese, entonces le daría una forma. Más, esta impresión recibida por el alma, ¿no trae consigo el que el alma no piense? Digamos que, cuando el alma no piensa en nada, tampoco llega a afirmar nada, y aun más, no experimenta cosa alguna; ahora bien, cuando piensa en la materia, recibe en sí misma una impronta de lo que no tiene forma. E, igualmente, cuando el alma piensa en objetos que tienen forma y magnitud, los piensa como objetos compuestos; porque son para ella como cosas coloreadas y dotadas en absoluto de cualidades. Como el alma piensa en el todo piensa también en sus dos componentes: uno de ellos, el pensamiento o la sensación de los atributos, resulta desde luego evidente; el otro (la percepción), de un sujeto que carece de forma, permanece oscuro, dado que el sujeto no es una forma.

Lo que el alma aprehende en ese todo, compuesto con los atributos, puede desligarlo y separarlo de ellos; y, a su vez, lo que queda, lo piensa de manera oscura porque ya es de por sí oscuro, y, por esta misma oscuridad, lo piensa sin realmente pensarlo. Puesto que la materia no subsiste sin forma, sino que, al contrario, debe disponer de una forma en todas las cosas, el alma, conturbada por su indeterminación, lanza al punto sobre ella la forma de los objetos, cual si temiese quedar fuera de los seres al no elevarse en seguida sobre el no-ser.