Enéada II, 4, 15 — A matéria e o ilimitado

15. Convendrá investigar de nuevo, si lo ilimitado y lo indeterminado se encuentran accidentalmente en la materia como en otra naturaleza, cómo pueden realmente ser accidentes y si la privación es también un accidente.

Si todos los números y todas las nociones que con ellos tienen relación caen fuera de lo infinito — porque el límite, la disposición y la ordenación de todas las cosas proviene de aquellos, y no son la ordenación ni la disposición las que fijan el orden, sino que lo ordenado es algo distinto del ser que ordena, que constituye el limite, la determinación y la razón — , resulta ciertamente necesario que lo ordenado y determinado sea a la vez infinito. Tienen, desde luego, ordenación la materia y todas aquellas cosas que, no siendo materia, participan en ella o encierran noción material; por lo cual la materia es lo ilimitado y no es ilimitada por accidente o porque lo ilimitado le pertenezca accidentalmente. Digamos en primer lugar que lo que se atribuye a una cosa debe ser una razón de ella; pero lo ilimitado no lo es, porque, ¿a qué podría atribuirse accidentalmente lo ilimitado? Contestaríamos que al límite o a lo que es limitado, pero la materia no es ni una ni otra cosa. Es claro que si lo infinito se une a lo que es limitado destruye su naturaleza; por lo cual, lo ilimitado no constituye un accidente de la materia, sino que es la misma materia.

En el mundo de los seres inteligibles, la materia es también lo ilimitado, algo engendrado por la infinitud del Uno, o por su poder, o por su eternidad; y no porque lo ilimitado se dé en el Uno, sino porque el Uno lo crea. Pero, ¿cómo ocurre eso? ¿Puede darse lo ilimitado en dos sentidos? ¿Qué diferencia hay entonces entre lo ilimitado sensible y lo ilimitado inteligible? No es otra que la que existe entre el arquetipo y su imagen. Pera, ¿es que entonces lo ilimitado de este mundo es inferior a lo ilimitado del mundo inteligible? Porque hay más todavía: cuanto más alejada se encuentra una imagen del ser verdadero, más se da en ella lo ilimitado. Ya que lo infinito se da en mayor medida en lo que es menos limitado, siendo también cierto que lo que está menos cerca del bien está más cerca del mal. Lo ilimitado del mundo inteligible lo es en calidad de imagen, y lo es aún en menor grado lo ilimitado de este mundo; pues cuanto más se aleja la imagen del ser real y verdadero, tanto más se corrompe su naturaleza y se hace más ilimitada. ¿Es entonces lo mismo lo ilimitado y el ser de lo ilimitado? Digamos que, dondequiera que la razón y la materia son cosas diferentes, también hay diferencia entre lo ilimitado y el ser de lo ilimitado; y se da en cambio identidad allí donde no hay más que materia; o mejor aún, no se da aquí en absoluto el ser de lo ilimitado. Porque ese ser es una razón, que no puede darse en lo ilimitado, si es verdaderamente ilimitado. Hemos de afirmar, por tanto, que la materia es ilimitada por si misma, como opuesta a la razón formal. Porque ésta, como tal razón, no puede ser otra cosa, al igual que la materia, que se opone a la razón por su carácter de ilimitada, no puede ser otra cosa que materia y ha de recibir el apelativo de ilimitada.