Enéada II, 4, 3 — Respostas às objeções contra a matéria inteligível

3. Tendremos que contestar primero que no debe despreciarse en todas partes lo que se considera indefinido; esto es, no debe ser despreciada esa realidad que, en su propia idea, aparece como amorfa y que, en cambio, ha de ser tenida como sujeto de las realidades superiores. Porque ése es el caso del alma en su relación con la inteligencia y la razón: engendrada e informada por ellas se encamina hacia un ser mejor. En los seres inteligibles se dan los seres compuestos, sin que esto quiera decir que posean un cuerpo; así ocurre con las razones seminales, que son compuestas e introducen la composición en acto en la naturaleza cuando ésta actúa como forma. La naturaleza es todavía más compuesta si admitimos que actúa sobre otra cosa y que procede también de otra cosa. Por otra parte, la materia de los seres engendrados recibe constantemente unas y otras formas, en tanto la materia de los seres eternos es siempre la misma. En cuanto a la materia de aquí es tal vez lo contrario: aquí, en efecto, todas las formas han de ser consideradas como partes, aunque en cada momento sólo exista una, que apenas subsiste algún tiempo porque es rechazada por la otra. Por ello, aquí nada permanece idéntico, en tanto en el mundo de lo alto todas las cosas forman un conjunto; allí, la materia no necesita transformarse porque posee ya todas las formas, y nunca, diremos, se ve privada de ella. Posee también la forma la materia sensible, pero en un sentido diferente. En cuanto a si la materia inteligible es eterna o engendrada, estará claro para nosotros cuando lleguemos a saber lo que es.