Enéada II, 4, 8 — A natureza da matéria sensível

8. ¿Qué es, pues, esta materia considerada una, continua y desprovista de cualidades? Parece evidente que no es un cuerpo, porque carece de cualidades; de serlo, contaría con alguna cualidad, Cuando se dice que es materia de todas las cosas sensibles y no materia tan sólo de algunas, o forma con relación a otras, cual ocurre con el barro, que es materia para el alfarero, pero no materia en absoluto, se hace referencia a una materia que conviene a todo. A esa materia no le atribuimos todo lo que se da en las cosas sensibles; esto es, además de cualidades como el color, el calor y el frío, otras como la ligereza o la pesadez, o la densidad, o la rareza, o la apariencia exterior; y ni siquiera le atribuimos la magnitud. Porque una cosa es la magnitud, y otra muy distinta lo que cuenta con la magnitud; una cosa es también la apariencia, y otra muy distinta el ser al que corresponde esa apariencia. Conviene, por otra parte, que la materia no sea un compuesto, sino algo simple y uno con arreglo a su propia naturaleza; pues es claro que carece de toda determinación. El ser que da a la forma a la materia le da formas que son diferentes de ella; y añade a estas formas una magnitud y toda otra cualidad que poseen los seres. Si así no fuese, quedaría sometido a la magnitud de la materia y haría entonces, no realmente todo lo que él quiere, sino lo que quiere la materia. Es ficticio afirmar que su voluntad concuerda con la magnitud de la materia. Si el principio activo es anterior a la materia, la materia será, en su totalidad, como él la quiera; estará dispuesta dócilmente a recibir todas las cosas, incluso también la magnitud. Pero si la materia recibe una magnitud, necesariamente recibirá una apariencia, y de este modo resultará aún más difícil de trabajar. Una forma trae a la materia todas las propiedades de ésta; toda forma tiene una cierta magnitud, que viene con la razón seminal y es dada por ella. Cada género de seres se ve limitado por una forma y una determinada magnitud; así, por ejemplo, una es la magnitud del hombre y otra la del pájaro, e incluso una muy distinta la de tal pájaro determinado. No resulta, pues, demasiado sorprendente introducir la cantidad en la materia y añadirle además la cualidad, Porque, si la cualidad es una forma, ¿no lo será también la cantidad, que cuenta con una medida y un número?