Enéada III, 2, 11 — As razões produzem tudo, mesmo os males

11- ¿Hemos de atribuir a la naturaleza y a la sucesión de las causas el que cada cosa sea así y tan bella como es posible? Contestaremos que no y que la razón lo hace todo con plena soberanía y voluntad. Esa razón obra de acuerdo consigo misma cuando produce los seres malos, porque no quiere realmente que todos los seres sean buenos.

Comparémosla con el artista que no sólo tiene que pintar los ojos del animal1; pues de igual modo, la razón no crea sólo seres divinos, sino que hace los dioses, luego los demonios, que constituyen la segunda naturaleza, a continuación los hombres y después los animales. Y no obra así por envidia, sino por encerrar en sí misma toda la variedad inteligible.

Nosotros, desconocedores de la técnica pictórica, acusamos en cambio al pintor de que no emplea en todas partes hermosos colores. Y lo que ciertamente ha hecho el artista ha sido poner en su lugar los colores que convenían. Las ciudades que disfrutan de las mejores leyes no son justamente las compuestas de hombres iguales. Ocurre como si se censurase un drama porque no todos sus personajes son héroes, y si uno de ellos un criado y otro un hombre rudo y de expresiones soeces. No podríamos hablar de un buen drama si expulsamos de él a los papeles inferiores; el drama, en realidad, sólo está completo con ellos.


  1. Dice Sócrates a Adímanto en el libro y de La República, 420 b, que “nosotros no fundamos nuestra ciudad con vistas a la felicidad de una sola clase”. Y a este respecto surge la comparación con el pintor, que recoge aquí Plotino: “Admirado varón, no pienses que tenemos que pintar los ojos tan bellamente que no parezcan ojos, ni tampoco de la misma manera las demás partes de la figura. Observa ante todo sí, dando a cada parte el color que le conviene, hacemos hermoso el conjunto”.