Enéada III, 6, 12 — Sequência da reflexão sobre a “participação impassível”

Traduções em Tratado-26

Capítulo 12: Sequência da reflexão sobre a “participação impassível”; precaução contra nossos hábitos de linguagem
1-8: Platão propôs um modelo de participação impassível para a matéria
9-16: Anúncio da necessidade da matéria na existência inconsistente dos corpos
16-21: Objeção possível de uma equivocidade do termo “alteração”
22-27: Citação de uma palavra de Demócrito. A presença das qualidades na matéria não é uma presença total e real
28-43: Comentário de expressões do Timeu deixando crer que há um experienciar para a matéria
43-51: Troca de objeções e de respostas concernindo o sensível
51-57: Dizer que a matéria experiencia, é pensá-la como um corpo tendo uma extensão


12. Platón razonaba sobre la materia considerando que la participación no estriba en que la forma venga a la materia como a un sujeto para darle su privativa señal y hacer así con ella un compuesto único en el que sus partes se alteran, se mezclan y simpatizan unas con otras1; y quería hacer ver que no era eso lo que él decía. Al objeto de mostrar cómo la materia permanece impasible, aun contando con las formas, busca un ejemplo de participación impasible, ya que no es fácil mostrarlo de otro modo, y deja a salvo la identidad del sujeto no obstante las formas que le son presentes. Procurando alcanzar su fin, suscitó muchas oirás cuestiones, queriendo probar además que las cosas sensibles carecen de realidad, sustancial y que el lugar tiene sólo un ser verosímil. Bajo el supuesto de que la materia produce las pasiones en los cuerpos animados, aunque no las sufra, por las formas que adopta en ellos, llega a descubrirnos la permanencia de la materia, permitiéndonos concluir que la materia no recibe de estas formas ni pasión ni alteración alguna. Porque los cuerpos que reciben una forma, en sustitución de otra, experimentan un cambio que podría denominarse alteración, si se entiende el vocablo por homonimia; pero con respecto a la materia, que no tiene ni forma ni magnitud, ¿cómo podría decirse, incluso por homonimia, que la presencia de una cierta forma representa para ella una alteración? Si se arguyese ahora que “el color y las otras cualidades existen sólo por prescripción”2, ya que su naturaleza no posee nada de lo que se piensa, no se diría algo inconveniente. Pero, ¿cómo podrá tener cualidades la materia, si ni siquiera se le admiten como formas? La hipótesis (platónica) tiende a demostrar, en la medida de lo posible, la impasibilidad de la materia y la presencia aparente en ella de imágenes que no están presentes.

Ha de insistirse ante todo en esta impasibilidad, haciendo ver además que, según los hábitos del lenguaje, nos vemos llevados a considerar pasiva a la materia, como cuando se dice que se deseca, se inflama y se humedece. En tal sentido hemos de reflexionar sobre lo que (Platón) dice después: “(la materia) recibe las formas del aire y del agua”3; porque, con la afirmación de que “recibe las formas del aire y del agua”, debilita la expresión de que se inflama y humedece. Al hablar de que la materia “recibe formas” muestra (Platón), no que la materia sea informada, sino que han entrado en ella ciertas formas. El dicho de que la materia se inflama no ha de tomarse en sentido absoluto, sino más bien en el sentido de que la materia se vuelve luego. No es lo mismo, ciertamente, volverse fuego e inflamarse; porque el objeto que se inflama, se inflama por oleo, lo cual quiere decir que hay en él una pasión; mas, ¿cómo podría ser inflamado lo que ya es una parte del fuego? Es lo mismo decir que la estatua va y viene a través del bronce que afirmar que el fuego anda a través de la materia y que, además, la inflama. Pues, realmente, si el fuego que se acerca a la materia es una razón, ¿cómo puede inflamarla? ¿Y si es una forma? -Lo que es inflamado resulta naturalmente de la unión de dos cosas. Ahora bien, ¿cómo de la unión de dos cosas, si esas dos cosas no pueden ]producir una sola? Si el producto resultase ser una sola cosa, los dos términos no sufrirían entre sí, sino que actuarían sobre las otras cosas. ¿Pero actúan realmente ambos? No, sino que el uno impide que el otro huya.

Cuando un cuerpo se divide, ¿cómo es que su materia no se divide? Si la división del cuerpo es una pasión, ¿cómo la misma materia no sufre los efectos de esta pasión? Siguiendo este razonamiento, ¿qué nos impide decir que la materia se destruye? Porque si el cuerpo se destruye, ¿cómo no se destruye también su materia? Debiéramos responder que el cuerpo tiene una cantidad y una magnitud, pero que la materia, que no tiene magnitud, no se ve tampoco afectada por ella. En general, si no es un cuerpo, no cuenta asimismo con las afecciones del cuerpo; de modo que quienes la hacen pasiva deben conceder también que es un cuerpo.


  1. Referencia al Timeo, 52 a. 

  2. Cf. Demóciito, fr. B 9 y 125. 

  3. Citas recogidas del Timeo, 51 b.