Enéada III, 6, 13 — Em que sentido a matéria “foge da forma”

Traduções em Tratado-26

Capítulo 13: Em que sentido a matéria “foge da forma”; comparação da matéria com um espelho
1-11: Como dizer que a matéria “foge da forma”? Sua forma, é de não ter jamais uma. A permanência da matéria é oposta ao devir sensível
11-29: Comentário da expressão do Timeu “ela é o receptáculo e a nutriz de todo o devir” (49a5-6). Enquanto tal, a matéria foge radicalmente a relação ao ser
29-34: A matéria permanece impassível em relação ao que entra nela; ela não participa em nada à verdade
34-55: Comparação detalhada da matéria e de um espelho. O espelho, ele, é sensível, a matéria ela, é invisível. Os seres que nela estão devem necessariamente depender das Formas


13. Conviene igualmente que nos añadan cómo la materia huye de la forma; porque, ¿cómo podría huir de las piedras y las rocas que la encierran? No se atreverán a decir que unas veces huye y otras no. Porque, si quisiese hacerlo, ¿por qué no lo haría siempre? Si, en cambio, permanece necesariamente, no es porque no se encuentre en una cierta forma. En cuanto a que cada materia no posea siempre la misma forma, habrá que buscar la causa, especialmente en las formas que entran en la materia. ¿Cómo se dice, pues, que la materia huye de la forma? Porque, por su misma naturaleza, permanece siempre tal cual es1. Pero, ¿qué es esto sino no salir de sí misma y poseer y no poseer nunca las formas? O, en otro caso, no podrán hacer suyas las palabras de (Platón): “El receptáculo y la nodriza del devenir universal”2. Puesto que si ella es el receptáculo y la nodriza, el devenir es algo diferente de ella y es en él donde se produce la alteración. Siendo así, la materia es anterior al devenir y a la alteración. Las expresiones “receptáculo” y “nodriza” nos advierten que es impasible, al igual que las otras expresiones “en lo que se manifiestan las cosas que nacen y de dónde salen” o “el lugar y la residencia”. Esto último, corregido como lugar de las formas, no indica que la materia sea pasiva sino que busca otra relación a las formas. ¿Cuál será? Dado que esta llamada naturaleza no debe ser ninguno de los seres, sino que ha de rehuir su esencia y mostrarse totalmente diferente de ella, esa esencia son las razones que existen de hecho; necesariamente, por ser otra, ha de conservar y dejar a salvo la naturaleza que ha recibido, y no tan sólo por incapacidad de acoger los seres sino también porque, si surge alguna imitación de ellos, se declara excluida para apropiársela. Esa es, precisamente, su radical diferencia. Porque si una . forma se estableciese en ella, o si ella se hiciese otra con esa forma, perdería su diferencia y no sería ya el lugar de todas las cosas y el receptáculo de no importa qué. Conviene, sin embargo, que si las cosas entran y salen de ella, permanezca tal cual es e impasible, para que aquéllas puedan entrar y salir siempre. Lo que entra en ella es una imagen, algo que no es realmente verdadero. ¿Cómo, pues, podría entrar verdaderamente? ¿Cómo, añadiríamos, si no puede participar en modo alguno en la verdad, por ser una imagen falsa? ¿Es acaso engañosa esta penetración en un ser falso y podría comparársela a las imágenes de los seres que se miran en un espejo, en tanto precisamente se miran en él? Porque si suprimiésemos estos seres, no se aparecería ya en ningún momento nada de lo que ahora vemos sensiblemente en el espejo. Se vería el espejo mismo, porque es una forma. Tratándose de la materia, nada puede verse, porque ella no es una formo; de otro modo, tendríamos que verla en sí misma. Pero a la materia le acontece algo semejante al aire, que es invisible aun estando iluminado, justamente porque no se le veía ya cuando estaba privado de luz. Por esta razón no damos crédito a la existencia de las imágenes en los espejos, o dudamos de ellas, porque vemos perfectamente el espejo en el que se encuentran, que sigue existiendo verdaderamente, en tanto aquéllas se alejan de él. No vemos, sin embargo, la materia en sí misma, ni cuando posee esas imágenes, ni cuando no las posee. Sí fuese posible que permaneciesen las imágenes de que se llenan los espejos, y que éstos, en cambio, no se viesen, no desconfiaríamos ciertamente de la verdad de lo que vemos. Si, pues, existiese lo que vemos en los espejos, también existiría lo que se da en la materia; pero sí aquello no es más que una apariencia, hemos de decir también que sólo hay apariencia en la materia, de la que es causa la realidad sustancial de los seres. Los seres participan siempre y verdaderamente en ella, cosa que no ocurre con los no-seres. Porque éstos no han de tener la existencia que tendrían en el caso de que no existiese el ser; (y la tendrían) si ellos mismos existiesen.


  1. Cf. Platón, Timeo, 49 e. 

  2. Nueva referencia al Timeo, 49 a.