Enéada III, 6, 19 — Em que sentido compreender que a matéria seja comparada a uma “mãe”

Traduções em Tratado-26

Capítulo 19: Conclusão geral. Em que sentido compreender que a matéria seja comparada a uma “mãe” (Timeu 51a4-5)
1-8: Lembrança das qualidades contrárias que se afetam mutuamente
8-14: Lembrança dos primeiros capítulos sobre as alterações corporais a que correspondem atividades da alma
14-19: A matéria impassível nada produz, ela é mais “receptáculo” que mãe
19-25: Como compreender a comparação da matéria e de uma mãe
25-30: Alusão a Hermes itifálico e à Grande Mãe cercada de eunucos
30-41: A matéria nada engendra


19. Las cosas que entran en la materia, que es como su madre, no la perjudican ni la aprovechan1. No luchan con ella, sino que luchan entre sí, porque las fuerzas se aplican a sus contrarios, pero no al sustrato, a no ser que se tome este sustrato con las formas que van con él. Así, por ejemplo, lo frío hace desaparecer lo cálido, y lo negro lo blanco, a no ser que estas cualidades contrarias se mezclen para producir una nueva cualidad. Las cosas que se mezclan son precisamente las cosas que sufren, pero sufrir, para ellas, es no ser ]o que antes eran. En los seres vivos se dan tambien las pasiones cuando sufren una alteración en las cualidades de sus cuerpos o en las fuerzas que existen en ellas, pues entonces, o se deshacen sus combinaciones, o tienen lugar o se producen contrariamente a su disposición natural. Estas pasiones se encuentran en los cuerpos, pero sólo las más fuertes de ellas, las que tienen realmente conocimiento, están ligadas a las almas; porque las otras no llegan a conocer. La materia, en cambio, permanece tal cual es; nada experimenta cuando el frío se va o cuando el calor sobreviene, pues ni una ni otra cosa cuentan para ella en la amistad o enemistad. De modo que su nombre más familiar será el de “receptáculo y nodriza”; el de madre le vendrá por analogía, porque la materia nada engendra. Parece que se la llama madre por estimarse que la madre tiene el papel de la materia con referencia a los seres engendrados, y así sólo recibe, sin dar, empero, nada a cambio, ya que todo el cuerpo del ser engendrado ha de atribuirse al alimento. Sin embargo, si la madre da algo de sí misma al ser engendrado, no puede catalogarse ya de materia, sino de forma; porque tan sólo la forma es capaz de ser fecunda, y cualquier otra naturaleza es infecunda.

He aquí lo que, en mi opinión, quieren decir los sabios antiguos, de manera enigmática, en sus misterios. Y cuando representan al anciano Hérmes con el órgano de la generación siempre en actividad dan a entender que el generador de las cosas sensibles no es otro que la razón inteligible, en tanto la infecundidad de la materia, que es siempre la misma, viene señalada por esos eunucos que la rodean.

Hacen a la materia “Madre de todas las cosas”2 y le dan este nombre por considerar tal principio como un sustrato. Con ello prueban en verdad lo que quieren, esto es, que la materia no resulta en todo semejante a una madre, siempre que la cuestión se trate con rigor y no de modo superficial. Pues ya mostraron de tiempo atrás, en la medida que les fue posible, que esta madre era infecunda, sin los caracteres, por tanto, de una verdadera mujer. Se la califica como mujer, en el sentido de que, como tal mujer, recibe algo, pero no porque sea capaz de engendrar. He aquí lo que deja ver el cortejo de la “Madre universal”: cortejo que no está hecho de mujeres, ni de seres que puedan engendrar, porque se les ha privado del poder de hacerlo, el cual sólo pertenece al ser plenamente viril.


  1. Cf. Platón, Timeo, 50 d y 51 a. 

  2. La comparación viene sugerida, entre otros, por el texto del Timeo, 50 d.