Enéada III, 6, 2 — O vício é uma alteração da alma?

Traduções em Tratado-26

Capítulo 2: O vício é uma alteração da alma?
1-5: Posição do problema: o vício e a virtude estão “na” alma?
5-18: A virtude não é uma harmonia? Comparação da alma com um corpo de dançarinos
18-29: Cada parte deve ter sua virtude própria; o vício parece bem ser uma alteração das partes da alma
29-41: A virtude é a atualização de cada parte da alma em conformidade com o ato do Intelecto. Recusa do modelo da cera e da espátula
42-49: Lembrança concernente a memória
49-54: Posição do princípio “os seres sem matéria são impassíveis”
54-67: Retomada do exame dos vícios: “pusilanimidade” e “intemperança”
67-68: Conclusão: no vício e na virtude, não há qualquer adição que faça sofrer a alma e que a alterasse


2. En primer lugar, tratándose del vicio y de la virtud, ¿qué es lo que se produce cuando el vicio anida en el alma? Porque decimos que hay que quitarlo del alma, como si en efecto se diese algún mal en ella, y sustituirlo por la virtud, para que el orden y la belleza reemplacen en el alma, a la fealdad anterior. Afirmando que la virtud es una armonía y el vicio una carencia de ella, ¿no expresamos una opinión semejante a la de los antiguos, con la que avanzamos no poco hacia la solución buscada? Pues si la virtud es la conveniencia natural de unas partes del alma con otras, y el vicio, a su vez, es la falta de esta armonía, es claro que nada extraño y nada de fuera del alma viene a ella, sino que cada parte, tal cual es, colabora en esta ordenación, dejando ilc cumplir su fin, si la armonía deja de existir. Tal ocurre con los danzantes, que, asimismo, bailan y cantan de común acuerdo, aunque se trate de seres diferentes; en efecto, cuando uno canta los demás se callan, pero, no obstante, cada uno desenvuelve su papel. Por tanto, no solamente deben cantar, sino que cada uno ha de cantar su parte bellamente, conforme a su sentido musical. Así también, hay nrmonía en el alma sí cada parte realiza la función que le es propia. Conviene, pues, que antes de toda armonía cada parte tenga su virtud, e igualmente su vicio, precediendo ul desacuerdo mutuo. Mas, ¿qué es lo qué debe estar presente en una parte del alma para que ésta sea mala? El vicio. ¿Y para que sea buena? La virtud. Diremos que para la parte racional su vicio es la ignorancia y, siendo la ignorancia una negación, no resulta ser ninguna cosa. Así, pues, cuando las opiniones falsas, que constituyen la principal parte de su vicio, se encuentran en el alma, ¿cómo podemos decir que no vienen a ella y que la parte razonable no se altera? ¿No es también diferente la parte irascible, a medida de la cobardía o virilidad del alma? Y el deseo, a su vez, ¿no es de una manera en el hombre desenfrenado y de otra en el hombre prudente? He aquí, por tanto, que cuando : cada parte del alma se encuentra en la virtud, actúa, diremos, según su esencia y de conformidad con la razón. La parte razonable depende de la inteligencia, y las otras dependen de aquélla.

Obedecer a la razón es tanto como ver, pero sin cambiar de forma; es ver y existir en acto, cuando se Tealiza la visión. Así como la visión es en esencia la misma, ya se encuentre en potencia o en acto, sin que el acto suponga para nada una alteración — pues cuanto más se aproxíme : a algo que corresponda a su esencia, más actual se hace la visión, conociendo entonces con plena indiferencia —, así también la parte razonable del alma se corresponde con la inteligencia, y ve y disfruta del poder de pensar, sin que se produzca en ella marca alguna. Porque todo lo que ella ve, lo posee y no lo posee; lo posee porque lo conoce, y no lo posee porque no se fija en ella como resultado de una visión, esto es, como una forma sobre la cera. Conviene traer a la memoria que los recuerdos, según decíamos, no se deben sólo a ciertas impresiones encerradas en el alma, sino a que el alma despierta en sí misma un cierto poder de modo que llega a poseer lo que realmente no posee. ¿Pues qué? ¿No es acaso distinta, antes de recordar y después, cuando ella recuerda? Es distinta, si se quiere, pero sin que esto signifique alteración -excepto, claro está, si se entiende por alteración el paso de la potencia al acto-, puesto que nada se ha introducido en ella y es ella misma la que ha actuado según su naturaleza. En general, los actos se producen en los seres inmateriales sin necesidad de que sufran alteración; de otro modo estos seres se corromperían. Resulta mucho más lógico que permanezcan tal cual son y que el sufrir sus propios actos corresponda a los seres materiales. Porque si un ser inmaterial hubiese de sufrir algo, no tendría razón de existir. Ocurre aquí como con la visión, pues ésta es algo en acto, en tanto el ojo es lo que sufre; del mismo modo, las opiniones son como visiones, Y en cuanto a la parte irascible del alma, ¿cómo calificar la cobardía ? la virilidad? La cobardía, diremos, consiste en no mirar hacia la razón, o en mirar hacia una razón viciosa, o en una insuficiencia de los órganos -cual si se careciese de armas o éstas estuviesen deterioradas-, o en un impedimento para la acción, o en no sentirse afectado por las provocaciones. Se es valiente, en cambio, por todo lo contrario, aunque ni en uno ni en otro caso se produzca alferación o pasividad.

El deseo, considerado aisladamente, produce lo que llamamos el desenfreno. Porque, cuando actúa a solas no están con él todas las demás partes del alma a las que corresponde dominarle y mostrarle el camino, si ellas se encuentran presentes. La parte contemplativa del alma realiza entonces otra función y, si no se ve totalmente dominada por el ocio, dispone del suficiente descanso para contemplar otras cosas. Tal vez lo que llamamos vicio no sea otra cosa, en la mayor parte de los casos, que una mala disposición del cuerpo, y la virtud, entonces, el fenómeno contrario. De este modo, tanto en una como en otra situación, nada se añade al alma.