Enéada III, 6, 7 — A matéria não é um corpo, mas o “verdadeiramente não-ser”

Traduções em Tratado-26

Capítulo 7: A matéria não é um corpo, mas o “verdadeiramente não-ser
1-3: Retomada da questão. Em qual sentido a matéria é substrato dos corpos, enquanto ela é não-ser?
3-7: A matéria e o ser são diferentes dos corpos
7-20: A matéria é verdadeiramente não-ser, ela não tem nem vida, nem razão, nem forma. Tudo nada mais é que aparência nela.
20-28: Comparação com um espelho, tudo o que é “nela” aí não é verdadeiramente
28-36: Os reflexos na matéria dependem do ser
36-43: As imagens não agem sobre a matéria, ela é totalmente impassível


7. Hemos de tornar, sin embargo, a la materia, que es sustrato de los cuerpos, y a las propiedades que se señalan para ella. Llegaremos a conocer así que la materia es un no-ser y un no-ser impasible. Es incorpórea, puesto que el cuerpo es algo compuesto y posterior a ella, algo que hace l¡i materia al unirse a otra cosa. Si llamamos incorpórea a la materia, lo mismo que al ser, es porque, al igual que el ser, es diferente a los cuerpos. No es ni alma, ni inteligencia, ni vida, ni forma, ni razón, ni límite, sino ausencia de límite; no es tampoco potencia, porque, ¿qué es lo que produce? Privada de estos caracteres, no puede llamársela ser y sería más justo considerarla no-ser, aunque no al modo como se dice del movimiento y del reposo, sino en el sentido del verdadero no-ser, esto es, como una imagen y un fantasma de la masa corpórea, y un deseo de existir. Digamos que se encuentra en reposo sin estar inmóvil, que es invisible en sí mismay escapa a quien quiere verla; surge, pues, cuando no se la mira, y quien la mira no la ve. Siempre encierra en sí la imagen de los contrarios, y es por tanto lo pequeño y lo grande, lo menos y lo más, el defecto y el exceso. He aquí una imagen que ni permanece ni puede huir, porque no es fuerte ni puede tomar su fuerza de la inteligencia, estando totalmente privada del ser1. Miente en todo lo que ella anuncia, y así, cuando la imaginamos grande resulta ser pequeña, y cuando parece ser más es realmente menos. El ser que imaginamos en ella es un no-ser, cual un juguete que huye de nosotros, De ahí que todo lo que parezca surgir en la materia sean meras burlas, fantasmas que aparecen en otro fantasma lo mismo que en un espejo, donde, precisamente, el objeto está en un lugar y la imagen en otro; parece, sin embargo, que el espejo se presenta lleno de objetos y no tiene, verdaderamente, todo lo que parece tener. “Lo que entra y sale en la materia son imitaciones e imágenes de los seres”2; son imágenes en un fantasma sin forma y, por esto mismo, todo lo que en la materia se ve parece que actúa sobre ella, sin que en realidad actúe. Porque estas imágenes son inconsistentes, débiles y carentes de solidez, y, dado que la materia no las posee, la atraviesan sin dividirla, como objetos que penetran en el agua, o como formas introducidas en un espacio vacío. Si estos objetos que se ven en la materia fuesen semejantes a los modelos de los que provienen, podríamos atribuirles una cierta potencia de los modelos que los envían a ella, y que ella sufre y acoge, por la acción de aquéllos. Ahora bien, como los modelos que se reflejan en la materia son una cosa, y otra muy distinta lo que nosotros vemos, hemos de reconocer que nuestra impresión es falsa, ya que el ser de ]o que vemos es también falso y no tiene semejanza alguna con el objeto que lo ha producido. Débil y engañoso, como una mentira que cae sobre otra, esa imagen dejará necesariamente impasible a la materia, cual si se tratase de una visión onírica, o de un reflejo en el agua o en un espejo. Y aun en las comparaciones antedichas hay una cierta semejanza entre las apariencias y los objetos.


  1. Continúa el comentario del Timeo, 52 b. 

  2. Cf. para la cita, Platón, Timeo, 50 c.