10. ¿Qué es, entonces? La potencia de todas las cosas. Si este principio no existiese nada existiría: ni la totalidad de los seres, ni la inteligencia, ni la vida primera ni ninguna otra. Digamos que se halla por encima de la vida y es también causa de la vida; porque la actividad de la vida a que se contrae todo ser, no es realmente primera, sino que fluye de El como de una fuente. Imaginad para ello una fuente que no tuviese otro principio; daría su agua a todos los ríos, pero sin que por ello se agotase; al contrario, permanecería apaciblemente con su mismo caudal, en tanto los ríos salidos de ella confundirían primero su curso antes de seguir el suyo particular, una vez conocido por cada uno a dónde le llevará Ia corriente. Imaginad también la vida de un gran árbol a través del cual corre la vida. El principio de ella permanece y no se dispersa por todo el árbol, sino que asienta en la raíz. Es él quien da a la planta toda la vida múltiple que ésta posee; pero, no obstante, sigue inmóvil y uno, aunque sea principio de la multiplicidad. Y nada sorprendente hay en ello.
Nada sorprendente hay en ello, decimos, como tampoco en el hecho de que una multiplicidad de vidas proceda de lo que no es múltiple, o en ese otro de que no exista multiplicidad, si lo que no es múltiple no se da antes de esta multiplicidad. Porque el principio no se reparte por el universo; sí así fuese, el universo perecería, y no volvería a nacer de no subsistir el principio en sí mismo, como diferente de. todas las cosas.
Todo nos invita a remontar a la unidad. Para cada caso hemos de contar con una unidad, a la que conviene ascender. Todo ser se refiere a la unidad que le es anterior -no a la unidad absoluta-, hasta llegar por sus pasos a esa unidad absoluta, que no puede reducirse ya a ninguna otra. Aprehender así la unidad de la planta -esto es, el principio permanente de su vida-, la unidad del animal, la unidad del alma o la unidad del universo, es aprehender en cada uno de los seres lo que éstos tienen de más poderoso y más preciado. Pero si aprehendemos la unidad verdadera de los seres, su principio, su fuente y su poder, ¿pondremos en duda, o supondremos siquiera que no hemos aprehendido nada? Este principio, sin embargo, no es ninguno de los seres de que es principio; nada, pues, podrá ser afirmado de El, ni el ser, ni la sustancia, ni la vida, ya que El supera todas estas cosas. Si consideráis el ser simplemente, vuestra sorpresa será grande. Dirigios a El y llegad a El; y mejor, descansando en El, concebidlo por el pensamiento o por una impresión: abarcaréis toda su magnitud por los seres que vienen después de El y existen gracias a El.