2. Porque es claro que la naturaleza no cuenta con manos, ni con pies, ni con instrumento alguno que le sea extraño o connatural. Necesita una materia sobre la que pueda actuar y a la cual tendrá que dar una forma. Todo ello resulta evidente. De la acción de la naturaleza habrá que excluir medios tales como la palanca; porque, ¿qué impulso o qué clase de palanca llegaría a producir la variedad de los colores y toda clase de formas? Tampoco los que trabajan la cera, a quienes dirigimos nuestra mirada presintiendo una relación de su arte con el de la naturaleza, pueden producir por sí mismos los colores, que sacan de otra parte para aplicar a los objetos que fabrican. Hemos de comprender, naturalmente, que si se da en ellos algo que permanece y según lo cual realizan los trabajos de sus manos, también tendrá que existir en la naturaleza algo fijo que no trabaje con las manos. Esta potencia de que hablamos ha de ser totalmente inmóvil. No necesitará, desde luego, de unas partes que sean inmóviles y de otras partes que se muevan, pues la materia es lo único que se mueve y esa potencia no puede concebirse como movida; si así fuese, no cabría considerarla como el primer motor. (Aclaremos que el primer motor no es la naturaleza, sino algo que permanece inmóvil en el universo.) Dícese que la razón es inmóvil, pero que la naturaleza nada tiene que ver con ella y que, por tanto, se mueve.
Y dícese también que toda ella se mueve, e igualmente la razón. Si se admite que tiene una parte inmóvil, esa parte habrá de ser una razón. Porque conviene que la naturaleza sea una forma y no algo compuesto de materia y de forma. ¿La imaginaríamos acaso con una materia cálida o fría? El sustrato, o materia trabajada por ella, ya viene con esas cualidades, y si realmente la materia no las posee, habrá de recibirlas bajo la influencia de una razón. Para que la materia se convierta en fuego, no se necesita que sea el fuego el que se acerque a ella, sino que lo haga la razón. Lo cual prueba, y no poco, que tanto en los animales como én las plantas son razones las que realmente actúan, debiendo considerar a la naturaleza como una razón que produce otra razón. Esta razón engendrada por ella da algo de sí misma al sustrato material, aunque ella misma permanezca inmóvil. Hay, pues, una razón que aparece en la forma visible, razón de ínfima calidad, sin vida e incapaz de producir ya cualquier otra razón; pariente de ella es también aquella razón que ha producido la forma y que dispone de la misma potencia, aplicada al ser engendrado.