Enéada IV, 3, 20 — A alma não está no corpo (1)

20. Conviene todavía que nos planteemos esta cuestión: ¿se encuentran en un lugar las facultades del alma y lo que nosotros llamamos las partes de ésta? ¿Diremos acaso que las primeras no están en un lugar y las segundas sí, o que ni unas ni otras ocupan lugar alguno? Si no delimitamos un lugar preciso para cada una de las partes del alma y no ponemos a éstas más dentro que fuera del cuerpo, hacemos del cuerpo un ser realmente inanimado. Entonces, claro está, tenemos que preguntarnos cómo se producen las operaciones del alma en las que intervienen órganos corpóreos. Y si concedemos un lugar tan sólo a ciertas partes del alma, y no en cambio a las otras, no podremos decir que estas últimas se dan en nosotros, con lo cual tampoco deberemos afirmar que el alma entera vive en nosotros.

Así, pues, habrá que decir que ni las partes del alma, ni el alma entera, se dan en el cuerpo como en un lugar. Porque el lugar es algo que contiene, y que contiene un cuerpo. El cuerpo, a su vez, está allí donde se encuentra cada una de sus partes, de modo que no puede situarse por entero en un punto cualquiera de su lugar. Y en cuanto al alma, que no es un cuerpo, tiene más carácter de continente que de contenido.

El alma, en efecto, no se da en el cuerpo como en un vaso, pues el cuerpo sería inanimado si contuviese al alma como lo hace un vaso o si constituyese el lugar de ella. A no ser que el alma se entregue al cuerpo, como recogida en sí misma y por una especie de difusión en la que, cuanto más recogiese el vaso del alma, más, en verdad, sería perdido por ella.

Propiamente hablando, además, el lugar es algo que carece de cuerpo y no puede ser, por tanto, un cuerpo. De manera que ¿cómo iba a tener necesidad de un alma? El cuerpo, realmente, se mantendría cercano al alma por sus extremos y no por sí mismo. Pero muchas otras razones se oponen a que el alma se encuentre en el cuerpo como en un lugar. Su lugar, si así fuese, se vería siempre transportado con ella y entonces se daría el caso de que una cosa transportaba su propio lugar. Y no hay que decir que todo ello es menos admisible concebido el lugar como un intervalo. Porque hemos de convenir en que el intervalo es algo vacío, pero no lo es, en cambio, el cuerpo, aunque tal vez lo sea aquello en lo que el cuerpo se encuentra, con lo que el cuerpo mismo podrá encontrarse en el vacío.

Tampoco el alma se encuentra en el cuerpo como en un sujeto; porque lo que se da en un sujeto es un fenómeno que afecta a este sujeto, como por ejemplo el color y la figura, siendo así que el alma permanece separada del cuerpo. No se nos da, pues, lo mismo que una parte en un todo, porque ya es sabido que el alma no es una parte del cuerpo. Si se dijese que el alma constituye una parte de ese todo que es el ser animado, subsistiría la misma dificultad y nos preguntaríamos: ¿cómo se da en el todo? No se encuentra verdaderamente como el vino en el ánfora, ni es como el ánfora o cualquier otro objeto, considerados en sí mismos.

No se da en el cuerpo como un todo en sus partes, porque sería risible decir que el alma es un todo del que el cuerpo son sus partes. No es tampoco como una forma en la materia, porque la forma que se da en la materia no se encuentra separada de ella; además, la forma existe con posterioridad a la materia. Es cierto que el alma produce la forma en la materia, pero resulta, por esto mismo, diferente de la forma. Si se dice que no es una forma engendrada en la materia, sino una forma separada de ella, no aparece claro cómo me encuentra esta forma en el cuerpo.

¿Cómo, pues, se afirma por todos que el alma se encuentra en el cuerpo? Porque el alma no es realmente visible y el cuerpo, en cambio, lo es. Cuando vemos el cuerpo, nos damos cuenta que es algo animado porque se mueve y porque siente; decimos, por consiguiente, que tiene un alma, y diríamos también, según esto, que el alma se encuentra en el cuerpo. Ahora bien, si el alma se hiciese visible y sensible y nosotros la viésemos toda llena de vida, llegando por igual hasta los extremos mismos del cuerpo, no podríamos decir que el alma se da en el cuerpo; tendríamos que decir mejor que el cuerpo se da en el alma, que es el ser principal, como el contenido en el continente y como lo que fluye en lo que por naturaleza no es fluyente.