Enéada IV, 3, 23 — Como as faculdades da alma se exercem localmente

23. Todo cuerpo animado e iluminado por un alma participa de esta alma de una cierta manera. El alma le da el poder conveniente para que cada órgano cumpla su función; de esta forma, decimos que en los ojos está la facultad de ver, en los oídos la de escuchar, en la lengua la de gustar y en todo el cuerpo la de tocar. Ahora bien, como el tacto cuenta como instrumentos con los primeros nervios, que son los que dan su movimiento e impulso al ser animado, y como, además, los nervios tienen su punto de arranque en el cerebro, se ha colocado aquí el principio de la sensación y de los deseos, e incluso el de todo ser animado; pues ha quedado establecido que donde están los principios de los órganos está también la potencia que los rige. Aunque mejor sería hablar del punto inicial de la actividad de esta potencia, porque de él y del movimiento del órgano correspondiente recibe su punto de apoyo la potencia del artesano que es adecuada a ese órgano; y debiéramos decir con más propiedad, no su potencia, porque la potencia se encuentra en todo el instrumento, sino la acción misma de esta potencia, cuyo punto inicial es el del órgano.

Tanto la sensación como el deseo, radicados en el alma, e igualmente la facultad imaginativa, tienen por encima de sí a la razón, la cual, por su parte inferior, es vecina de las partes superiores de estas facultades. Los antiguos colocaban la razón en la parte extrema del ser animado, esto es, en la cabeza, pero sin radicarla por ello en el cerebro, sino en la facultad sensitiva, que es la que le permite asentar en el cerebro. Conviene conceder al cuerpo las dos primeras facultades, pero a la parte del cuerpo que puede recibir mejor su acción. La razón, sin embargo, aun no teniendo nada en común con el cuerpo, debe entrar en relación con esas dos facultades, que son realmente una forma del alma y pueden recibir además impresiones de la razón. Así, la facultad sensitiva es una facultad de juicio, y la imaginación una potencia intelectual; el deseo y la tendencia están sometidos, a su vez, a la imaginación y a la razón. Si se dice que la razón se encuentra localizada en la cabeza no es por otra cosa sino porque las facultades que disfrutan de ella están precisamente ahí. Pero ya se ha indicado cómo ocurre esto con la facultad sensitiva.

En cuanto a la facultad vegetativa, y naturalmente también al crecimiento y a la nutrición, no quedan fuera del cuerpo. Si pensamos que el alimento se recibe por la sangre, que la sangre se encuentra en las venas, y que tanto éstas como aquélla tienen su principio en el hígado, no podrá dudarse que estas facultades toman de aquí su fuerza; e, igualmente, aquí reside también el deseo, porque el deseo va necesariamente a lo que engendra, a lo que, alimenta y a lo que hace crecer. Y como la sangre, al hacerse más sutil, más ligera y más pura, se convierte en el órgano de los impulsos, el corazón, que es la fuente de segregación de la sangre, vuélveme así el verdadero asiento de la ebullición de la cólera.