5. Pero, ¿cómo hablar entonces de tu alma y del alma de otro? ¿Acaso el alma se adscribe a un ser por su parte inferior y a otro ser por su parte superior? Si así fuese, Sócrates existiría mientras el alma de Sócrates permaneciese en su cuerpo, pero quedaría destruido una vez que llegase a la región mejor. Ahora bien, ninguno de los seres puede ser destruido y, cuando menos, eso no ocurrirá en el mundo inteligible con las inteligencias, porque éstas no se hallan repartidas en cuerpos. Si cada una de ellas permanece con su carácter propio, es cierto también que todas y cada una presentan el rasgo común de ser. En cuanto a las almas, digamos que se hallan adheridas a una inteligencia y que son, además, las razones de las inteligencias, y aun algo más en su pleno desenvolvimiento. Las almas nacen de las inteligencias al modo como lo que es mucho nace de lo que es poco. Todas ellas mantienen el contacto con su origen y se corresponden una a una con un inteligible menos divisible; mas, aunque hayan querido dividirse, no han podido alcanzar la totalidad de este fin, conservando así tanto la identidad como la diferencia. Cada alma, por tanto, viene a subsistir como un solo ser, y todas reunidas constituyen también un solo ser.
(Diremos así que el punto capital de la cuestión es el siguiente: todas las almas provienen de una sola alma y, al igual que las inteligencias, son divisibles y no divisibles. El alma que permanece es la razón una de la inteligencia, de la cual provienen las razones particulares e inmateriales, como acontece en el mundo inteligible).