6. ¿Por qué entonces el alma del universo, que es semejante a las demás almas, pudo haber hecho el mundo, y, en cambio, no han hecho nada las almas de los individuos particulares, las cuales, sin embargo, tienen todas las cosas en sí mismas? Porque ya se ha dicho que una misma cosa puede existir a la vez en otras muchas; ahora convendrá aclarar de qué modo. Tal vez lleguemos a saber así cómo una misma cosa, que se da en otras, puede actuar y sufrir, o cumplir a un tiempo ambas misiones.
Convendrá que examinemos esto en sí mismo, y para ello nos preguntaremos: ¿cómo y por qué (el alma del universo) creó el mundo, mientras que las almas particulares gobiernan tan sólo una parte de él? ¿No podría considerarse como algo extraordinario el que, de hombres que poseen el mismo conocimiento, unos gobiernan a un número mayor de ellos, y otros a un número menor? Pues la diferencia entre las almas, se añadiría, resulta todavía mayor: hay una que no se ha separado del alma universal y permanece con su cuerpo alrededor de ella; las otras, bajo el mando de esta alma universal, que es como su hermana y les ha preparado de antemano sus mansiones, se reparten al azar las partes del cuerpo existente. Posiblemente haya un alma que contemple la inteligencia en su totalidad, mientras las otras no ven más que la parte que les afecta. Y, tal vez, estas mismas almas hubieran podido crear algo, pero, como aquélla lo ha hecho ya, nada les queda a éstas por hacer, superadas como lo han sido por la primera. La misma dificultad existiría en el caso de que cualquier otra alma ocupase el primer lugar. Diremos con mejor fundamento que la creación corresponde al alma universal porque esta alma aparece más ligada al mundo inteligible; siempre es mayor, en efecto, el poder de las almas que se inclinan hacia la región inteligible. Pues dichas almas se conservan en seguridad y actúan fácilmente —pensemos que el poder mayor corresponde a los seres que no sufren con su acción—, ya que el poder proveniente del mundo inteligible no cesa jamás. El alma universal permanece en si misma y actúa sobre las cosas que se acercan a ella, mientras las otras almas prosiguen su marcha y se hunden en el abismo, O tal vez la pluralidad que se da en estas mismas almas tira de ellas hacia abajo y las arrastra junto con sus pensamientos.
Hay que suponer que cuando habla Platón de “las almas de segundo y tercer rango”1 se refiere a su mayor proximidad o lejanía con respecto al mundo inteligible. Ocurre aquí como con nuestras almas, que no guardan todas ellas una misma relación con las cosas de ese mundo; y así, mientras unas almas permanecen unidas a él, otras, en cambio, se mantienen cercanas y ansiosas de poseerle; pero aún hay otras que ni esto pueden hacer. No todas las almas disponen, efectivamente, de las mismas potencias y pueden servirse de ellas: unas usan de la primera facultad, otras de la que sigue a ésta, y otras, en fin, de la tercera, aunque todas las almas las posean todas.