Enéada IV, 4, 29 — A separação da alma e do corpo

29. ¿Cómo, pues, si el cuerpo se parece a un objeto caliente y no a un objeto que recibe la luz, no retiene nada de la vida una vez que el alma le ha abandonado? Cabría indicar que retiene de ella un poco, aunque este poco se consuma rápidamente cual ocurre con los objetos que se enfrían porque se les aleja del fuego. Y lo prueban los cabellos, que todavía nacen en los cadáveres, y las uñas, que siguen creciendo, y el hecho de que los animales cortados en trozos continúan moviéndose durante mucho tiempo. Esto es tal vez lo que aún queda de vida en el cadáver. Pero, incluso si (el alma vegetativa) se marchase con el alma razonable, no querría esto decir que una y otra no fuesen diferentes. Porque cuando el sol desaparece, no sólo desaparece con él la luz que de él depende, sino que también deja de lucir aquella otra luz que, no siendo ya la suya, viene en efecto de él hasta los objetos a su alcance. ¿Diremos acaso que esta luz se marcha con él o bien que ella es destruida? Nuestra investigación tendrá que recaer, no sólo sobre esta luz, sino también sobre la vida, la cual, según decimos, es lo propio de un cuerpo. Porque es indudable que nada queda de la luz en los cuerpos que han sido iluminados, pero lo que realmente se busca es si la luz retorna a su centro productor o deja de existir en absoluto. Pero, ¿cómo podría dejar de existir si ya antes era algo? Y, en una palabra, ¿qué era? Porque lo que llamamos el color pertenece a los cuerpos de los que proviene la luz y, cuando estos cuerpos son destruidos o se produce en ellos algún cambio, su color también desaparece, sin que nadie pregunte por ello dónde se encuentra el color del fuego que ha desaparecido o la forma misma del cuerpo. No obstante, la forma es una manera de ser, lo mismo que la disposición de la mano, abierta o cerrada; el color, en cambio, no es una cosa así, sino algo parecido a la dulzura. Pero, ¿qué impide que el cuerpo dulce u oloroso desaparezcan, sin que desaparezcan la dulzura y el olor? Porque, ciertamente, la dulzura y el olor pueden pasar a otro cuerpo, e incluso dejar de ser perceptibles si los cuerpos que los reciben muestran en sus cualidades resistencia a la sensación. De igual manera, la luz podría subsistir luego de la destrucción de los cuerpos de los que ella procedía, sin que por ello subsistiese esa resistencia que proviene de la reunión de sus cualidades. A no ser que se diga que el color que nosotros vemos existe por convención y que no existe en los objetos nada que se parezca a las cualidades. Pero si esto fuese así haríamos a las cualidades indestructibles, lo cual equivaldría a decir que no se originan al mismo tiempo que los cuerpos, o que los colores del animal no son el resultado de sus razones seminales, como ocurre en los pájaros de plumas variadas, sino que simplemente se reúnen o se producen sirviéndose de las cualidades existentes en el aire, que está lleno de ellas. Pero esto no significa que se den en el aire tal como se nos aparecen en los cuerpos.

Dejemos, sin embargo, la dificultad en este punto. Mas si, subsistentes los cuerpos, la luz permanece anudada a ellos y no es cortada en ningún modo, ¿qué impedirá que les siga en todos sus movimientos, y no sólo la luz que les es inmediata, sino incluso la que está en contigüidad con la primera? Porque si no se la ve marchar, tampoco se la ve cuando ella llega. Y, en cuanto al alma, ¿siguen las potencias de segundo orden a las primitivas y, hablando en términos generales, lo que es posterior sigue siempre a lo que es anterior, o bien cada una de las potencias puede subsistir por sí misma, privada de todo enlace con las anteriores? Habría que preguntarse también si, en absoluto, ninguna parte del alma puede ser separada de las otras, sino que todas ellas forman una sola alma, que es a la vez una y múltiple. Pero, entonces, ¿en que se convierte esa huella del alma que es como lo propio del cuerpo? Porque si es un alma, seguirá la suerte de ésta, de la cual no podríamos separarla, y si es la vida del cuerpo, tendríamos que aplicar aquí el mismo razonamiento que a la imagen de la luz. Habrá que indagar también si la vida puede existir sin el alma o si no existe más que por su inmediatez y su acción sobre otra cosa.