36. Este universo encierra la mayor variedad y se dan en él las más diversas e ilimitadas potencias. Si nos referimos al hombre, vemos que cada ojo tiene su poder e, igualmente, cada hueso el suyo: uno es el poder de los huesos del dedo, otro el de los del pie, y no hay ninguna parte que no tenga el suyo propio, diferente del de otra parte, aunque nosotros lo desconozcamos por no haberlo aprendido. Otro tanto ocurre, y aun con mayor razón, en el universo; con mayor razón, decimos, porque los poderes de que disfrutamos son huellas (de los poderes) del universo. Hay en éste, en efecto, una innumerable y maravillosa diversidad de potencias, y lo mismo acontece en los astros del cielo. Porque no es el universo como una casa sin alma, grande y amplísima, conformada con materiales fáciles de enumerar, como piedras y troncos de madera y, si se quiere, todavía algunos más. Conviene, por el contrario, que forme un mundo ordenado, algo así como un ser despierto en el que todo viva a su modo, y sin que nada pueda darse que no se dé a la vez en él. Así se resuelve la dificultad acerca de cómo puede haber algo sin alma en un ser verdaderamente animado. Porque la razón nos dice que todo vive a su modo en el universo, y nosotros afirmamos, por nuestra parte, que nada vive si no recibe del universo un movimiento que afecte a nuestros sentidos. Todo, sin embargo, tiene su vida, pero una vida que a veces se nos oculta. El ser, cuya vida nosotros percibimos, es un compuesto de otros seres cuya percepción se nos escapa, pero cuyos poderes maravillosos contribuyen a la vida del todo. El hombre, realmente, no podría ser movido de tal manera si su movimiento fuese el resultado de poderes sin alma. Y el universo, a su vez, no viviría como vive, si cada uno de los seres que hay en él no tuviese su vida propia, aun sin la presencia de la voluntad. Porque el universo mismo no necesita en modo alguno de la voluntad, como ser que precede a los seres de este género. Ello explica que muchos seres obedezcan a poderes de esta clase.
Enéada IV, 4, 36 — O universo é um vivente que guarda vários poderes
- MacKenna: Tratado 28,35 (IV,4,35) — Os poderes dos astros
- MacKenna: Tratado 28,36 (IV,4,36) — O universo é um vivente que guarda vários poderes
- MacKenna: Tratado 28,37 (IV,4,37) — Efeitos ordinários e extraordinários
- MacKenna: Tratado 28,38 (IV,4,38) — Resultados
- MacKenna: Tratado 28,39 (IV,4,39) — Aplicações concretas. Presságios. Mal
- MacKenna: Tratado 28,4 (IV,4,4) — A memória em sua relação à união da alma e do corpo (4)
- MacKenna: Tratado 28,40 (IV,4,40) — A Magia
- MacKenna: Tratado 28,41 (IV,4,41) — As orações. Simpatia.
- MacKenna: Tratado 28,42 (IV,4,42) — Não há memória nos astros
- MacKenna: Tratado 28,43 (IV,4,43) — A influência da magia sobre o homem