Enéada IV, 4, 7 — Os astros (1)

7. ¿Pues qué? ¿No se acuerdan de que han visto a Dios? No, en efecto, porque lo ven siempre, y, en tanto lo ven, no pueden decir en modo alguno que ya lo han visto. Eso estaría justificado si realmente dejasen de verlo. Entonces, ¿qué decir? ¿No se acuerdan de que han dado la vuelta a la tierra ayer y el año pasado? ¿No se acuerdan, por ejemplo, de que vivían ayer, y antes, y no tienen memoria de lo que ha ocurrido desde que viven? No, porque viven siempre, y lo que es siempre, es una y la misma cosa. Aplicar aquí una distinción entre el ayer y el año pasado es corno si se dividiese en varios movimientos el movimiento de un pie, haciendo de este movimiento que es uno varios movimientos distintos y seguidos. Tampoco en el cielo hay otra cosa que un movimiento único. Somos nosotros los que lo dividimos en días por la separación que suponen las noches. Más, ¿cómo distinguir muchos días allí donde sólo hay uno? En la región de lo inteligible no hay que contar para nada con el año último. Ahora bien, es claro que el espacio recorrido no es el mismo, sino que tiene partes diferentes, con las variaciones consiguientes del signo del zodíaco. Pero, ¿por qué no podrá decirse: “ya he sobrepasado este signo y ahora me encuentro en otro”? Nos preguntamos cómo no podrá ver los cambios entre los hombres quien vigila precisamente los asuntos humanos. ¿Cómo no sabe, en realidad, que los hombres se suceden y que ahora son otros, distintos a los de antes? Si así fuese, no hay duda que poseería la memoria.