1. Frecuentemente me despierto a mí mismo huyendo de mi cuerpo. Y, ajeno entonces a todo lo demás, dentro ya de mí mismo, contemplo, en la medida de lo posible, una maravillosa belleza. Creo sobre todo, en ese momento, que me corresponde un destino superior, ya que por la índole de mi actividad alcanzo el más alto grado de vida y me uno también al ser divino, situándome en él por esa acción y colocándome incluso por encima de los seres inteligibles. Sin embargo, luego de este descanso en el ser divino y una vez descendido de la inteligencia al pensamiento reflexivo, debo preguntarme cómo verifico este descenso y cómo pudo penetrar el alma en el cuerpo, estando ella en sí misma, como a mí me ha parecido, aunque verdaderamente se encuentre en un cuerpo.
Heráclito, que nos anima a la búsqueda, postula la necesidad de alternativas entre los contrarios. Habla, por ejemplo, de “un camino hacia arriba y hacia abajo”, diciendo que “al cambiar permanece en reposo”, por lo cual “es penoso para ellos afanarse y volver a empezar”. Esas son las imágenes que emplea, aunque haya desdeñado el hacernos claras sus palabras, pensando tal vez que también podemos encontrar por nosotros mismos lo que él ha encontrado a través de su búsqueda.
Empédocles, por su parte, dice que es ley para las almas pecadoras el descender hasta aquí, y que él mismo, “huido de la mansión de los dioses”, ha llegado a este mundo “obediente a la locura de la disputa”. Con esto hace, a mi juicio, tantas revelaciones como Pitágoras, que sus discípulos han interpretado enigmáticamente tanto en este punto como en otros pasajes. Digamos, sin embargo, que por su estilo poético no se manifestaba con claridad. Nos queda por considerar ahora el divino Platón, que dijo acerca del alma muchas y hermosas cosas, hablando en muchos lugares de sus obras de su venida a este mundo hasta hacernos concebir la esperanza de que algo claro podemos obtener de ellos. Pero, ¿qué es en realidad lo que dice este filósofo? Parece, verdaderamente, que no dice siempre lo mismo para que no se advierta fácilmente cuál es su verdadera intención. Siempre, no obstante, desprecia todo lo sensible y reprocha al alma su unión con el cuerpo. Y así, afirma que el alma se encuentra en una prisión y que está en el cuerpo como en una tumba, con lo cual en los misterios se pronuncia una gran palabra al decir que el alma se halla en una cárcel. La caverna, en él, es lo mismo que el antro en Empédocles. A mi parecer, esta caverna simboliza nuestro mundo, en el que la marcha hacia el mundo inteligible, según él dice, significa para el alma la liberación de sus cadenas y su ascensión fuera de la caverna. En el Fedro, la pérdida de sus alas es la causa de que el alma llegue a este mundo, aunque pueda remontar esta coyuntura y el cumplimiento de su misma revolución la traiga otra vez hasta aquí. Son realmente juicios, o lotes sacados a la suerte, o las vicisitudes de la fortuna, o la misma necesidad, las que precipitan a las otras almas en este mundo. Así, según lo que se afirma en todos estos pasajes, la venida del alma al cuerpo debe ser motivo de reprensión, aunque hablando en el Timeo del universo sensible haga (Platón) el elogio del mundo y declare asimismo que se trata de un dios bienaventurado. El alma, en este caso, viene a ser una donación bondadosa del demiurgo que introduce a la inteligencia en el universo, porque es claro que tiene necesidad de una inteligencia, cosa que no sería posible de no contar con un alma.
He ahí el porqué el alma del universo ha sido enviada a éste, lo mismo que a cada uno de nosotros, por condescendencia de la divinidad, para que el universo no deje de ser perfecto. Pues debe haber en el mundo sensible tantas especies de seres animados como hay en el mundo inteligible.